Ni rojo y amarillo, ni azul con estrella. Solo el blanco lucía ayer en las ropas y banderas de las alrededor de 4.000 personas que se reunieron ayer al mediodía en la plaza del Pilar de Zaragoza -y en otras ciudades aragonesas, como Huesca o Sabiñánigo-, para pedir a los gobiernos central y catalán que se sienten a dialogar y solucionen el conflicto secesionista.

No era una concentración apolítica, sino todo lo contrario, muy política. Un llamamiento a situar a la política como vía de resolución de un conflicto, en su aletargada modalidad del diálogo. Como tal, no había pancartas de grupos ni lemas que fueran más allá de «pido la paz y la palabra», «quien no sepa dialogar, que dimita», o «la violencia es de cobardes». Tampoco hay que obviar que el movimiento convocante, Parlem/Hablemos, ha sido apoyado fundamentalmente por partidos de izquierda como Podemos, pero la gente que la secundó ayer era heterogénea.

«Estamos aquí para que podamos hablar, decir lo que está mal, decir que el odio no tiene sentido», explicaba Claudia Thiele, una de las asistentes. «Para el diálogo no pude haber condiciones inamovibles», añadía, y aun reconociendo que ve «difícil» que la situación se encauce antes de la anunciada Declaración Unilateral de Independencia (DUI), confiaba en que sea posible. «Si no hacemos nada, el no ya lo tenemos».

Para Miguel Ángel Martín, el propósito de estar ayer en la plaza del Pilar era «reclamar a los intolerantes que no nos contagien. La mayoría pasamos de frentes», consideraba, «y resolver un conflicto no consiste en ganar o perder, sino en perder un poco todos. Siempre hay tiempo de dialogar, el problema no es el tiempo sino la voluntad», añadía.

Fiestas presentes

La concentración convocada a nivel nacional estaba en principio pensada para ser silenciosa, pero al parecer no habían contado con las fiestas del Pilar, y las jotas que se cantaban ayer en la plaza, a escasos metros del ayuntamiento donde estaba convocado el encuentro, daban banda sonora a la reivindicación, generando alguna que otra broma entre los asistentes. Esto también sumaba público a la concentración, pero en cualquier caso el blanco era el color dominante, predominando los que iban a la protesta sobre los que estaban de paso o escuchando folclore.

Entre los primeros estaba también Víctor, aragonés que, junto con su marido Federico, decidieron acercarse al lugar al oír hablar de la convocatoria. «En realidad habíamos venido a una boda, pero no nos podíamos quedar en casa porque tenemos que apostar por hablar. Si no hay tiempo para eso, estamos perdidos como país y como sociedad. Lo triste es que no se haya hablado antes, y por eso estamos en la situación en la que estamos», lamentaba.

Similar intención tenían otros de los asistentes, la pareja formada por Nicolás Abancens y Mari Escuer. «Estamos aquí para demostrar a los políticos que esto se resuelve con política, no con fuerzas del orden», explicaban. «Hace falta una respuesta democrática, las crisis se resuelven con ella».

Como otros de los congregados, no veían la amenaza de la DUI como un obstáculo insalvable. «Si se quiere, todo es posible. No es un problema de tiempo, es de voluntad», sostenían.

Entre los presentes se encontraba también Carmen Magallón, directora de la Fundación Seminario de Investigación para la Paz y presidenta de la Liga Internacional de Mujeres por la Paz y la Libertad (WILPF España). La catedrática también era de la opinión de que «quienes queremos una solución al conflicto queremos manifestar nuestro deseo de vivir juntos, y la política es el arte de vivir juntos». Y debería hacerse «desde la cultura de la paz, sin caer en la polarización», advertía.

En este sentido, Magallón quiso felicitar «a todos los grupos políticos» del Ayuntamiento de Zaragoza por la declaración institucional firmada para pasar unas fiestas en paz, y declarando a la capital aragonesa como una ciudad abierta y de acogida. Confiaba en que el conflicto pueda solucionarse «con el deseo de tanta gente, como una profecía que se cumple a sí misma».