Hay quien asegura que, desde los últimos pliegos de condiciones, en el 2010, para que la Administración adjudicase la gestión de los comedores escolares a empresas privadas, la calidad de los menús ha bajado de forma notable. Muchos sostienen que la línea fría --comida servida por grandes empresas que, tras permanecer varios días cocinada, llega a los centros donde se calienta y sirve-- ha aportado seguridad pero a costa de una alimentación más saludable para los niños. Quizá por ello, el Gobierno aragonés editó, en el 2013, una guía que, con carácter orientativo, recoge las recomendaciones procedentes de organizaciones como la Organización Mundial de la Salud (OMS).

El documento condujo a las empresas a seguir un patrón alimenticio destinado a aportar los aportes suficientes para satisfacer las necesidades nutricionales de los escolares. Así, los menús deben incluir diariamente productos como el pan y hortalizas, verduras y tubérculos o fruta (preferiblemente en crudo). Además, la guía considera "conveniente" asegurar el consumo de legumbres entre una y dos veces a la semana, mientras que la carne (prorizando las piezas de menor contenido en grasa procedente de pollo, pavo, ternera, cerdo, conejo o cordero) se sirve de una a tres veces semanales, al igual que el pescado y mariscos.

La guía recomienda limitar el uso de precocinados (canelones, croquetas, pizzas, rebozados y empanados) a un máximo de tres veces al mes, las frituras se servirán dos días a la semana como mucho, se recomienda el aceite virgen extra para aliñar o uso en crudo y se ofrecen lácteos de postre un máximo de una vez por semana. "Algo se ha mejorado. Ya no sirve tanto panga ni tanto rebozado, pero solo alguna empresa ha optado por la comida ecológica y se come igual de mal que hace cinco años. En líneas generales, la comida que la línea fría da a los niños merece un 4", asegura Manuel Ronquillo, de la Plataforma por unos Comedores Públicos de Calidad, que reclama alimentos de proximidad en los colegios y cocina propia.