El tiempo volvió a sorprender ayer en Zaragoza. Una fuerte tromba de agua, de unos veinte minutos de duración, inundó varias zonas de la capital y produjo cortes de luz en la zona de la Romareda y parte del Actur. La tormenta, que comenzó en torno a las siete y cuarto de la tarde y dejó hasta 25 litros por metro cuadrado en Miralbueno, consiguió anegar los edificios de Grancasa y Carrefour, en el Actur, Augusta, la calle Valle de Broto y derribó árboles en varias zonas. Los bomberos tuvieron que realizar 30 salidas, para desembozar bajantes y retirar tejas y vegetación. En una de esas salidas, rescataron a un joven de 30 años que quedó atrapado por el agua cerca del puente de La Almozara.

En algunas partes de la capital, a la lluvia se le unió el granizo. Dos fenómenos que, a tenor de la fuerza y la frecuencia que están teniendo en nuestra comunidad, van camino de convertirse en los protagonista de este verano. Desde el Consorcio Antigranizo de Aragón aseguran que el porcentaje de pedrisco de este verano --medido en días de riesgo-- es "ligeramente superior a la media de estos últimos 10 años, pero no es nada excepcional". No obstante, muchas de esas granizadas acordes con esa media han sobrepasado cifras históricas tanto en virulencia como en daños económicos.

LA MÁS RECIENTE Un buen ejemplo de ello fue la tormenta de pedrisco que anteayer sorprendió a los vecinos de Monzón (Huesca). Sobre las ocho y media de la tarde comenzó a caer una lluvia fina que pronto se convirtió en "pelotas de golf" que no dejaron de caer a lo largo de diez minutos. El pedrisco reventó farolas --más de 190, según el ayuntamiento--, lunas de coches, tejados de uralita y árboles. Unos 90.000 euros de pérdidas según el consistorio. Afortunadamente, no se produjeron daños personales. La zona deportiva del municipio fue la más afectada. Según el concejal de Deportes, las placas solares y algunas claraboyas del polideportivo quedaron completamente destruidas y en la cubierta de uralita del estadio se abrieron importantes agujeros. Junto con el mobiliario urbano, los coches aparcados en la calle también sufrieron: lunas rotas y chapas abolladas. "En una sola mañana, hemos recibido 20 coches con lunas rotas, la misma cantidad que un año sin pedrisco", aseguró el propietario de un taller de la localidad. "Por desgracia, esto repercute en más trabajo para nosotros".

La tormenta de granizo recordó a la que vivió Monzón hace unos siete años, cuando la lluvia estuvo a punto de desbordar el río Sosa y las partículas de hielo caídas, del tamaño de huevos de gallina, fueron calificadas como "severas" por la Agencia Estatal de Metereología. "Esta vez no ha durado tanto", señaló Enrique Mur, vecino de la localidad, "pero la fuerza ha sido la misma". Para encontrar una pedregada de semejante fuerza debemos remontarnos al 21 de junio, en Calamocha, donde una granizada de unos quince minutos de duración arrasó las cosechas a siete días de su recolección. Según el Gobierno de Aragón, los daños causados por el pedrisco ascendieron a 2 millones de euros, afectando a más de 1.500 hectáreas de cultivo.

A Calamocha le siguió Daroca, el 1 de julio, donde las bolas de hielo rompieron el remate de la torre de la iglesia de Los corporales. Quince días más tarde, una una tormenta de predisco sorprendió a los habitantes de Andorra donde, durante veinticinco minutos, no paró de caer granizo y lluvia. La lluvia y las partículas caídas colapsaron las alcantarillas y produjeron graves daños en los cultivos. La alcaldesa de la localidad, Sofía Ciércoles, calificó la granizada de "histórica".