La manifestación del Primero de Mayo celebrada ayer en Zaragoza constató que a miles de aragoneses se les está agotando la paciencia. Han pasado ya tres años del supuesto final de la crisis y todavía hay demasiados ciudadanos que no ven la recuperación económica por ningún lado. La precariedad laboral y la devaluación de los salarios hacen que, en muchos casos, ni siquiera la divisen. «Tengo dos hijos de 26 y 29 años; uno está en el paro y el otro tiene un contrato de prácticas y mete horas sin talento por 800 euros; así que no me vale eso de que la crisis se ha acabado», criticaba ayer Isabel poco después de que la marcha partiera de la plaza San Miguel.

Como ella, miles de personas se manifestaron en Zaragoza y en otras ciudades de Aragón para denunciar que la desigualdad sigue creciendo sin parar y exigir que el crecimiento macroeconómico se traslade de una vez por todas a la clase trabajadora. Para ello, los sindicatos convocantes (UGT y CCOO) subrayaron que es fundamental dejar a un lado la precariedad y crear empleos dignos y de calidad.

«Entre 2008 y 2017 los empresarios han ganado 28.000 millones de euros, mientras que los trabajadores han perdido 9.000 millones», ejemplificó el líder de UGT Aragón, Daniel Alastuey, que denunció que las políticas económicas del Gobierno central «han sido diseñadas para una salida desigual de la crisis». «La temporalidad bate récords y está apareciendo en sectores donde nunca se había visto, afectando especialmente a las mujeres y a los jóvenes», apuntó el secretario general de CCOO, Manuel Pina, que se estrenaba como líder sindical en un Primero de Mayo.

El espíritu de lucha y reivindicación que empezó a prender a principios de este año en otros colectivos -fundamentalmente entre las mujeres, con la histórica huelga feminista del 8-M, y los pensionistas indignados, cuyas demandas estuvieron muy presentes en la marcha de ayer- parece que empieza a llegar a la clase trabajadora, aunque quizá menos de lo que cabía esperar.

UGT y CCOO cifraron en más de 10.000 los zaragozanos asistentes a la manifestación (6.000 según la delegación del Gobierno), la misma cifra que el año pasado. Son 7.000 más que en el 2016, pero la mitad que en el 2014. La más multitudinaria que se recuerda en los últimos años fue la del 2013, cuando los sindicatos estimaron unos 40.000 participantes.

UNIR REIVINDICACIONES

UGT y CCOO quieren aprovechar ese buen caldo de cultivo que se ha creado en los últimos meses para mantener viva la llama del cambio. En este sentido, Alastuey instó en su discurso final a unir «todas las reivindicaciones», en una clara alusión a las plataformas ciudadanas de pensionistas y mujeres. «UGT y CCOO ya defendíamos la igualdad y las pensiones hace 20 años; las modas pasan, nosotros no», zanjó el líder de UGT.

Aunque desde los laterales de la marcha, en la protesta también participaron los integrantes de la plataforma de interinos aragonesa, quienes manifestaron su desacuerdo con la oferta pública de empleo firmada el pasado mes de marzo por Csif, CCOO y UGT con el Gobierno y que calificanron de «fraude de ley».

La crisis se ha acabado y yo no lo he notado, Rescatar pensionistas y no las autopistas, Mariano y Cifuentes los mismos delincuentes o Salarios para vivir y no sobrevivir fueron algunos de los cánticos que se escucharon en la protesta, que finalizó en el Paraninfo de la universidad (plaza Paraíso). Hasta allí llegaron también los trabajadores de Megasider y de auxiliares de Opel como Bosal, Android, Proma o Prestalid. Todos ellos acudieron a la marcha con pancartas propias para denunciar los recortes salariales que quieren imponer sus empresas. Los sindicatos subrayaron que su situación, como en el caso de Megasider (con cuatro meses de huelga), es un claro ejemplo de los efectos de las políticas económicas del Gobierno del PP.

Por todo ello, las organizaciones sindicales llamaron a mantener el clima de reivindicación. «La movilización da resultados; se ha visto con los avances que se han conseguido con las pensiones», indicó Alastuey. Así, las centrales advirtieron de que, si nada cambia, llegarán «unos meses calientes». «Si no hay reparto habrá conflicto», concluyó Pina.