Por primera vez, 300 ciudadanos pudieron comprobar que asistir a un acto institucional del Día de Aragón tiene mucho de solemne, algún momento emotivo y poco de fastuosidad y lujo. La nueva Presidencia de las Cortes, en su ingente esfuerzo por tratar de aparentar que la institución es una cosa distinta a lo que era antes, puso a disposición de quien quisiera 300 invitaciones que se agotaron de inmediato. Reconfortó ver cómo la clase política, los agentes sociales, castrenses, económicos y sindicales compartían espacio con ciudadanos que se movían entre la curiosidad y la expectación.

Respecto a ediciones anteriores, hubo algún pequeño cambio. El izado de bandera, idea del anterior presidente, fue eliminado. A muchos les parecía extemporáneo. A otros solemne. Tampoco se contó con los maceros del ayuntamiento con sus características pelucas. Por contra, un grupo de jóvenes que interpretaron una única pieza musical, aligerando lo que en ocasiones habían sido tediosos arreglos musicales para mayor gloria de su creador.

Se vio a todos los diputados de las Cortes, varios expresidentes autonómicos y de las Cortes. Diputados en el Congreso y senadores tampoco faltaron. Los responsables de los medios de comunicación y líderes sindicales. También responsables de oenegés y muchos miembros de la universidad que quisieron respaldar a quien hasta hace un año fue su rector.

El acto duró una hora exacta, algo más el breve agasajo, copa de vino y montadito de jamón o queso, con el que se concluyó el acto. Han sido horas frenéticas en las Cortes donde una vez más todo ha funcionado engranado y a la perfección. Con cientos de visitantes que han podido fotografiarse en el hemiciclo, en los despachos de los diputados y en las dependencias que no suelen salir en las fotografías. Desde hace ya un par de años pueden tomarse un café libremente en la zona de restauración de las Cortes. Pequeños pasos para normalizar la situación y de paso desterrar determinadas leyendas urbanas. Sobre la política y sobre los políticos. Estaría bien que toda esta sensación de frescura no quede en un día festivo. Hay que animar a los ciudadanos a que asistan a una sesión plenaria. Que vean cómo les representan aquellos a quienes votaron. Que juzguen y no prejuzguen. A tenor de la demanda, la política interesa, pues en pocos minutos se agotaron las invitaciones.

Hubo quien se marchó un poco desencantado porque pensaba que la Ronda de Boltaña iba a cantar alguno de sus himnos. Pero estos, oportunamente, optaron por dejarlo para otra ocasión, pues son muchas las veces que cantan y menos las que asisten a actos tan protocolarios. Para compensarlo, un grupo de cuerda interpretó los acordes de una de sus canciones más célebres.

El discurso de Manuel Domínguez, como ocurrió el año pasado con el de López-Otín, volvió a emocionar a más de un asistente. Porque sin grandilocuencias se pueden decir cosas muy profundas. Incluso esbozando una sonrisa.

Fueron varios los que mencionaron a Al-Muqtadir y su Palacio de la Alegría. Es decir, el de la Aljafería. Que bien es cierto, ayer tuvo algo de alegre en un acto que siempre suele tener mucho de serio.

Hoy concluyen los actos de puertas abiertas que tanto en las Cortes como en el Pignatelli han gozado de un buen número de visitantes. Lo hará al mediodía, con un homenaje a los autores del himno de Aragón. Del oficial. El compuesto por Antón García-Abril y escrito por los poetas Rosendo Tello, Manuel Vilas, Ángel Guinda y el ya fallecido Ildefonso Manuel GIl. Será en el Pignatelli, en el Salón de la Corona.