Han pasado 17 años desde que el emblemático Café Madrid cerrase sus puertas y, desde entonces, el edificio que lo albergaba ha ido agonizando lentamente. Solo el restaurante Casa Emilio, abierto desde 1939, sigue dando un halo de vida al inmueble, un edificio construido en 1889 y que preside la intersección entre la avenida de Madrid y el paseo María Agustín de Zaragoza. No es el único en la zona, que se ha convertido en un cementerio de elefantes urbanístico, que languidece mientras el paso del tiempo corre en su contra. A pocos pasos se encuentra la factoría Averly, cuyo posible derribo parcial para la construcción de viviendas la ha puesto en el ojo del huracán. O del edificio contiguo a la antigua fundición, con un proyecto cercenado por la crisis económica.

Tanto en este último como en el edificio del Café Madrid, Urbanismo ha tenido que requerir a sus propietarios para que realicen obras en sus respectivos inmuebles. De este modo, los propietarios de los números 81 del paseo María Agustín y 1, 3 y 5 de la avenida Madrid tendrán que invertir, según los cálculos del consistorio, un total de 2,8 millones de euros para acometer trabajos de consolidación. Pero mientras el plazo se consume, los dueñostratan de consensuar un proyecto alternativo.

La estructura de propiedad del inmueble es compleja desde que el Banco Santander se hizo con casi el 80% del inmueble y, de hecho, la inmobiliaria Almiral mantiene colgado un cartel en el edificio de venta de suelo ±a pesar de que debe mantenerse la fachada±. Fincas Artal, que se hizo con la mayor parte del edificio con sucesivas compras, mantiene algo más de un 10% de la propiedad, Casa Emilio, un 7% y el resto se reparte en un par de pisos que en su día decidieron no vender sus propiedades. Las negociaciones, confirmadas por alguno de los actores, se llevan con discreción y podrían culminar con la redacción de un proyecto alternativo, más rebajado de precio, que conservase la fachada pero rehiciera el interior del inmueble. Esta alternativa podría llegar a Urbanismo en los próximos días.

Si finalmente se consumase y el edificio se pusiera en valor, sería el fin de un largo periplo que comenzó ya en el 2005 con una primera exigencia de obras ±entonces el Banco Santander no estaba en el mapa de propiedad, sino que era propiedad en su mayoría de Desarrollos Inmobiliarios Artal± lo adecentasen, tras denegar la petición para declararlo en ruina. En el 2006, se hicieron parte de los trabajos exigidos, pero en el 2009 Artal pidió la segunda declaración de ruina para demoler el edificio. También fue rechazada. En el camino ha habido atestados policiales, denuncias vecinales y un rosario de apaños que no han impedido el deterioro del edificio.

El mismo camino que lleva la antigua factoría Averly, pocos metros más adelante en el paseo María Agustín. Tras la petición de un millón de euros para cancelar la demolición parcial del inmueble, la Asociación en Defensa del Patrimonio Aragonés (Apudepa) trata de intensificar los contactos para salvar lo que consideran como una importante pieza del patrimonio industrial aragonés.