Toda discusión política, con evidente carga ideológica, lleva tras de sí rostros, nombres y vidas que se verán afectadas de una u otra forma. La de quienes se sienten perjudicados se mostró en la reunión de ayer mantenida entre el Gobierno de Zaragoza en Común (ZeC) y catorce colectivos de comerciantes y representantes empresariales en una cita en la que, como no podía ser de otra manera, salió a la palestra la polémica implantación del outlet de Pikolín y la aprobación del plan especial que desarrollará sus suelos en la carretera de Logroño. Para «la mayoría» de ellos esto es casi una cuestión de supervivencia y de concienciarse de qué ciudad se persigue.

Aurora Sánchez, presidenta de la asociación de comerciantes Yo compro en Las Fuentes, ¿y tú? hizo de portavoz de estos colectivos que piden al ayuntamiento un esfuerzo por no abocarles al cierre. Su «rechazo» a favorecer la implantación de un nuevo macrocomplejo comercial que, aseguró, daría la puntilla a muchos establecimientos de barrio.

Ella misma tiene un negocio de esos que ahora se ven amenazados. «Estamos decepcionados con los partidos políticos. Ya está bien, llevamos no sé cuántos centros comerciales y nos quieren poner otro. Se nos llevan a nuestros vecinos a las afueras y no sabemos por qué. Económicamente tampoco sobra tanto el dinero a los ciudadanos y si tenemos cien euros para el ocio y nuestros clientes se los gastan en un outlet o en Puerto Venecia, ¿qué se queda en los barrios?, ¿en qué quieren convertirlos, en guetos, en sitios donde ni siquiera tengamos dónde comprar la sal de aquí a unos años porque no tengamos tiendas?»

Aurora hablaba como comerciante y también como vecina. «Tengo compañeras que van a tener que cerrar su negocio y trabajaremos de otra cosa, o no, pero seguiremos siendo vecinos», explicaba.

«Cuando montaron Puerto Venecia, en Las Fuentes abríamos todos los sábados. Desde entonces, todos están cerrados ahora porque no vendemos. Para muchas tiendas esa era la caja que te mantenía el resto de la semana», exponía como ejemplo de una situación «muy complicada». «Ya no pedimos que nos ayuden, solo que no nos perjudiquen», defendía, porque «es tal la desesperación que tenemos, el desencanto, la indefensión...». «En este ayuntamiento por lo menos nos escuchan pero estamos muy desesperados porque lo vemos ya todo muy hecho y nos parece lamentable y vergonzoso», añadía.

Su caso es el de muchos autónomos que tienen un negocio que abrieron «con tres trabajadores y ahora hay uno». «Que son nuestras familias y nos estamos jugando nuestros ahorros, que lo hacemos todo por el bien del barrio, que tengan sus luces y te apetezca salir por las noches, pasear, lo que hacíamos cuando éramos pequeños, cuando los niños salían a jugar y que se está perdiendo». «Los sábados por la tarde los barrios se quedan desiertos. Queremos que todos nos demos cuenta y pensemos qué queremos como vecinos. ¿Un barrio vacío?», relataba. Reflexionar sobre un futuro que ella admitía ver «muy negro». Por las complejas consecuencias y «porque no nos hacen caso. Pasan de nosotros y ya se da por hecho que lo van a hacer».

Su último intento, aseguraba, pasa por «hablar con el resto de grupos municipales para que lleguemos a un acuerdo y se conciencien de qué ciudad quieren: si con unos barrios vivos o con gente que salga a las afueras a comprar y, mientras, la ciudad esté vacía».

Su opinión es también la de los más de 30 colectivos de comerciantes que han suscrito su respaldo a un manifiesto en el que dicen no al outlet de Pikolín.