El Archivo de la Corona de Aragón fue constituido por el rey Jaime II como oficina y sede del registro de todas las actividades de la Corona. Su embrión estaba en el Archivo Real del Monasterio de Sijena, y de ahí se trasladaron los fondos hasta Barcelona, sede del archivo de la cancillería del monarca hasta 1770. A partir del siglo XV se incorporaron fondos que creaban las diputaciones generales de los reinos y condados, y esto siguió incluso después de la extinción de la Corona.

Entre los miles de documentos --el más antiguo uno del año 844-- figuran pergaminos de los siglos IX al XVIII, pasando por Cartas Reales de los siglos XIII al XVIII, protocolos notariales, bulas, procesos, sentencias y todo tipo de documentación. Hay numerosos escritos en lengua aragonesa, así como en catalán y castellano, por lo que al valor histórico también se le añade un importantísimo valor filológico.