La enorme crecida de estos días en el Ebro ha supuesto el transporte de toneladas de sedimentos que de otra manera nunca habrían superado la barrera infranqueable que suponen los tres grandes embalses del tramo final del río: Mequinenza, Riba-Roja y Flix. Las fotos obtenidas por el satélite estadounidense Terra y su sensor Modis muestran inequívocamente la pluma de materiales que proyecta el delta hacia el Mediterráneo, un fino limo que frena la erosión de la costa y la intrusión de agua marina, además de tener efectos beneficiosos para la productividad pesquera y agrícola. El transporte de sedimentos se perdió casi por completo al levantarse los embalses en los años 60 del pasado siglo, y solo las grandes avenidas los traspasan. El efecto negativo en los pantanos, como en el cauce, es su pérdida de capacidad.

ANTONIO MADRIDEJOS