La urbanización Viñedo Viejo es un lugar privilegiado de la capital aragonesa. Cuenta con un amplio y frondoso jardín rectangular, con media hectárea de césped, que está completamente rodeado por bloques de cuatro alturas construidos en a principios de los 80. Son viviendas de protección oficial, pero nadie lo diría. Además, en la parte posterior, hay una piscina comunitaria y varias pistas de deporte.

Sin embargo, ayer, esta zona del barrio de Casablanca era un lugar muy triste. A las 11 de la mañana, todo el mundo sabía lo que había pasado y las caras lo reflejaban. «Ella era pediatra y tenía demencia senil», explicó, con lágrimas en los ojos, Sara, una chica de 16 años que aseguró que, «aunque estaban mal, no discutían nunca».

«Ayer la vi a ella, iba con la mirada perdida, no reconocía a nadie», señaló Tomás, un residente jubilado que era amigo del matrimonio y estaba muy afectado. «Ha sido algo totalmente inesperado y se podía esperar cualquier cosa menos esto», añadió.

Tomás expresó el sentir de muchos vecinos de la urbanización. «Creo que él no ha podido sobrellevar la situación y se ha visto desbordado», indicó esta misma persona, que hacía referencia al hecho de que la salud mental de la víctima, María Dolores Mínguez, se había deteriorado rápidamente en los dos últimos años, desde su jubilación como médico pediatra del centro de salud de Casablanca.

«Llegaron aquí, como nosotros, al comienzo de los años 80, y vivían solos, pues sus dos hijas, de unos 40 años, no estaban con ellos», agregó Tomás. En su opinión, Luis Lasala era un hombre «normal y cabal». «No me cabe en la cabeza que esto haya ocurrido», concluyó.

La urbanización se sobresaltó a primera hora de la mañana cuando oyeron las sirenas de los servicios de emergencia y un grupo de asistencia sanitaria trató de salvar la vida del agresor, cuyo cuerpo había quedado tendido cerca del patio de acceso al bloque donde residía.

La versión que circulaba a mediodía era la de que Luis Lasala había actuado con premeditación, como si hubiera planeado el crimen con antelación y no hubiera sido víctima de un arrebato. De hecho, todos los consultados destacaron que había dejado las llaves del piso «colocadas por fuera, para facilitar el trabajo de la Policía». Asimismo, casi nadie ignoraba que el asesino había dejado una nota o cartel en la puerta de entrada, con el texto Llamen a la Policía.

«Ha tenido que sufrir una depresión, no se entiende de otra manera», conjeturó otro vecino para quien la situación del autor del crimen se había «complicado desde hacía poco tiempo». Ricardo, a su lado, emitió una opinión, que muchos compartían. «Lo ha hecho para que no sufriera», afirmó, convencido. Pero, a esa hora, a mediodía de ayer, en Viñedo Viejo nadie sabía todavía que Luis Lasala también había matado, antes o después que a su mujer, a su madre nonagenaria, que vivía en el segundo piso del número 179 del Coso, enfrente del Puente de Hierro.

«¿Que a Maruja la ha matado su hijo? No lo puedo creer», reaccionó una vecina de este bloque de ocho plantas y 16 viviendas. «Era una mujer muy maja, que a sus 92 años todavía iba y venía con la compra, porque estaba bien de salud», continuó.

Luis, explicó otra residente, «venía de vez en cuando a ayudarla y tenía una asistente del ayuntamiento». Por lo que ella veía, «se llevaba bien con su hijo», a quien describió como un hombre «con barba y canoso, de mediana estatura» y con un carácter «amable y muy serio».

Concepción, otra vecina, tampoco podía dar crédito a lo sucedido. «La madre estaba muy preocupada por el futuro de otro hijo que, cuando tenía unos 40 años, sufrió un accidente escalando en el Pirineo o en Riglos, perdió masa cerebral y se quedó tetrapléjico», manifestó.