Daniel Olano y Alberto Mendo concibieron el Pabellón de Aragón "pensando más en su reutilización como sede administrativa antes que para una Expo". Suyo es el diseño de esa gigantesca cesta que se erige a la entrada del recinto de Ranillas. Un edificio vacío, abandonado y cerrado a cal y canto, y con el futuro más incierto de todos los iconos arquitectónicos de la muestra. Un proyecto que "para nosotros ha sido fundamental y el más internacional de todos", y que ahora "duele que no lo usemos para nada. Es terrible y muy triste tenerlo ahí cerrado". Pero lo peor es la sensación de "silencio absoluto" actual.

Son palabras de Daniel Olano, que destaca que su adaptación como sede de Educación no solo era posible sino que "ya la diseñamos" durante el transcurso de las obras. Incluía una gran flexibilidad y "por poco precio". Se podría planear incluir dos forjados intermedios o con otros elementos "a medios niveles" que aprovechara la entrada de luz desde ocho puntos distintos.

Olano recuerda el "interés" del exconsejero Rogelio Silva para convertirlo en un referente de Justicia y como trabajó junto al exviceconsejero Juan José Vázquez en la posibilidad de abrir allí una "gran biblioteca de investigación que exhibiría obras maestras incunables", de libros "raros y antiguos, al estilo de las que existen en Estados Unidos". Recuerda que se llegó a hacer el proyecto básico, antes del silencio actual. Desde entonces, "solo conversaciones informales e informaciones oficiosas".

Y ahí se encuentra este icono que costó 33 millones de euros, "solo un 20% de sobrecoste", es decir, ocho millones más que se debieron "sobre todo a las prisas por llegar a tiempo". Olano asegura que "con cinco o seis millones sería suficiente" para adaptarlo a nuevos usos y recuerda a sus gestores que "es un edificio que nació con voluntad de ser de uso público". "Esperemos que no se convierta en una discoteca", bromea. Mientras, se conforma con verlo en spots publicitarios, el último el de la firma de coches Maseratti. Y admite que "lo que más me desgasta" es el uso que los jóvenes a veces le dan a su palenque, para patinar, porque "se creó para otras cosas".