Aunque en el papel fue un sí, en la práctica ni fue un sí ni un no ni todo lo contrario. Por lo menos esa era la sensación que se respiraba ayer entre los trabajadores de Opel a las puertas de la planta de Figueruelas tras conocer el resultado del referéndum. Ese sí contrariado, con un respaldo ajustado del 54,6% del censo total -2.897 síes, 2008 noes, 54 votos en blanco, 22 nulos y 319 abstenciones- dejaba tras de sí una plantilla dividida entre la resignación de verse ante una sola opción y el descontento por el resultado.

«Trabajaremos por menos pero por lo menos trabajaremos. El no era una muy mala opción», explicaba Luis Cartagena, empleado de la planta desde hace 16 años.

En esa misma línea se expresaba Patricio Meco, con una trayectoria a sus espaldas de 30 años: «No es lo que queríamos pero es lo más lógico, lo peor es pensar en el futuro de los más jóvenes que aunque tendrán trabajo este será precario». Para Jesús Ramiro el sí ha sido un mal menor: «De lo malo hemos elegido lo mejor».

En el cambio de turno de las 14 horas se vieron caras largas, muchos «sin comentarios», medias sonrisas y algún grito acalorado. «¡Me da vergüenza pertenecer a esto!» y «¡nos han engañado!» fueron algunas de las quejas que se escucharon a la salida de la fábrica por parte de unos cuantos empleados. José Rodríguez, por ejemplo, dijo sentir una «sensación de desengaño y malestar». «Damos todo y de la empresa no recibimos nada», añadía.

ASEGURAR LA CONTINUIDAD

En contraste, también había trabajadores en la fábrica de Figueruelas -los menos- que se mostraban contentos al cien por cien por la decisión tomada por el conjunto de los trabajadores de la planta. Javier Moncada, uno de ellos, alababa «la responsabilidad y la generosidad» de la plantilla y los sindicatos porque, según él, han votado por la «estabilidad» del empleo. «Lo importante ahora era asegurar la continuidad de la planta», le apoyaba otro compañero.

En el ambiente sonaba con fuerza la palabra miedo como uno de los factores decisivos para decantar la balanza hacia el sí. «PSA no es General Motors. Yo creo que de no haber salido el sí, la empresa se hubiera llevado el Corsa a otra planta, con lo que todo eso conlleva», aseguraba un trabajador en contra de otros, que no consideraban que la amenaza de trasladar la línea de este modelo pudiera materializarse finalmente. En este sentido, Antonio Hernández, otro trabajador, se mostraba «en claro desacuerdo con el resultado»: «Los sindicatos tendrían que haber dicho no y haber seguido con la negociación».

En cuanto a los puntos del nuevo convenio que los trabajdores percibían como más perjudiciales tampoco había unanimidad. Carlos Fernández, trabajador de Opel desde hace seis años, subrayaba la «reducción del 5% en los pluses» de nocturnidad y festivos, aunque reconocía que la totalidad de las nuevas condiciones «son lamentables». Por su parte, otro compañero destacaba la congelación salarial para este 2018. «¿A quién le gusta trabajar por menos?», se preguntaba de forma retórica.

Aunque muchos de los trabajadores prefirieron no fijar la vista en un horizonte muy lejano, otros sí que expresaron cierto preocupación al pensar en el 2022, último año para el que estará vigente el nuevo convenio. «Si ahora las condiciones son vergonzosas y no nos aportan nada a los trabajadores no me quiero imaginar cómo serán las del siguiente convenio más allá del 2022», argumentaba Blanca Ubau, con una trayectoria en la empresa de 35 años.