El plato fuerte del debate permitió sacar una conclusión: los dos bloques ideológicos izquierda-derecha siguen empatados a 30 y no hay ninguna posibilidad de aproximación (salvo el PAR que es capaz de gobernar y hacer oposición a la vez). Otra: todos los grupos parlamentarios salieron satisfechos con sus intervenciones a pesar de que la posibilidad de llegar a soluciones conjuntas es imposible. Luisa Fernanda Rudi y la satisfacción entre sus colaboradores era generalizada. Lo mismo sucedió con el equipo de otro debutante, Javier Lambán.

El arreón de tres partidos de izquierda que estuvieron firmes en su oposición apenas movió un ápice a Rudi de su posición. Rudi sigue considerando que le legitima una mayoría social, la misma que dijo liderar en su rebeldía ante la crisis, y se defendió contraatacando. En la tribuna, más llena de lo habitual, su antecesor, Marcelino Iglesias, y gran parte de su anterior equipo.

Rudi demostró que tiene altura parlamentaria y que es inmune a la crítica. Hasta es capaz de defender los conciertos con la escuela privada afirmando que los ciudadanos que pagan impuestos y no tienen recursos pero quieren que sus hijos reciban doctrina, tienen derecho a ser ayudados con dinero público.

Los cinco intervinientes rindieron a un alto nivel. Lástima que un debate de tal envergadura vaya a tener una repercusión nula en el porvenir de una ciudadanía cada vez más castigada.

Rudi sacó artillería contra sus adversarios, que tampoco escatimaron crítica. Cuando no tenía argumentos, les acusaba de demagogia o sectarismo. No en vano, Rudi considera que la mayoría que logró en las urnas sigue avalando su gestión. Se verá. De momento, ayer, tablas y hasta la próxima.