Natxo González se traicionó a sí mismo y condenó a su equipo a la primera derrota de su historia en El Alcoraz. Una derrota bien fea, además, bochornosa por momentos. Más preocupado del rival que de sí mismo, González cambió su planteamiento y superpobló el centro del campo con Javi Ros, Zapater y Guti. Febas desapareció del once y Eguaras se quedó directamente fuera de la convocatoria. Natxo se comportó como el entrenador de un equipo pequeño y la consecuencia fue que el Huesca superó de cabo a rabo al Real Zaragoza. Ni rastro de aquella idea original de dominar con el balón, de ganar a través del fútbol. El equipo de Natxo González no fue capaz de combinar casi nunca, apenas pisó el área rival y las ocasiones fueron muy escasas. Los laterales no tuvieron espacios para subir como en otras ocasiones y la conexión con el ataque fue un cortocircuito las más de las veces. El técnico reconoció su error después, incluso pidió perdón.

El Zaragoza estuvo a merced de su rival prácticamente los 90 minutos. Rubi le ganó la batalla a Natxo González y eso que perdió a Vadillo en el minuto dos y tuvo que cambiarlo por Ferreiro. Pero el Huesca sí fue fiel a su plan, hizo su juego, el que le ha traído hasta aquí, puso más intensidad, tuvo más acierto y se llevó el justo premio. El Zaragoza no solo protagonizó los peores minutos de esta temporada sino que completó una de sus actuaciones más pobres de siempre fuera de casa.

Los cambios en el centro del campo no fueron las únicas novedades. Natxo devolvió la titularidad a Buff, que hizo lo de siempre, aparecer poco y participar menos en el juego. Lo menos comprensible de todo fue que sentara a Julián Delmás para devolver a Alberto Benito al lateral derecho. El canterano se había ganado el sitio a pulso tras la lesión del tarraconense por juego, por valentía, por todo. Ayer Natxo también se equivocó ahí por injusto. El equipo no se acordó de Benito en su ausencia pero ayer sí echó de menos a Delmás. El Huesca buscó atacar por ese costado, sabiendo que ahí tendría vía libre. Y no se equivocó.

Después de diez días para preparar el partido, el entrenador patinó en su planteamiento. No salió a dominar ni a ganar. Prefirió protegerse para no sufrir, se preocupó más en cómo frenar al rival que en la manera en que su equipo podía mejorar después de varios partidos cuesta abajo. Después de todo no le sirvió ni para resguardarse. No fue capaz de parar al Huesca ni tampoco de rectificar sobre la marcha. Quizá engañado porque al final de la primera parte pareció que las fuerzas andaban equilibrándose, Natxo González no cambió nada al descanso, como si a su equipo ya le fuera bien.

Esperó al 54 para sacar a Vinícius por Buff y meter más pólvora arriba. Sin apenas cruzar el centro del campo daba lo mismo que hubiera dos que siete delanteros. No hubo más ocasiones, solo unas llegadas más a toque de rebato de Toquero. En el 66 quitó a Ros para poner a Febas, diluido en un partido ya perdido, y al final retiró a Borja para poner a Pombo. No había nada que hacer. El miedo de Natxo convirtió al Zaragoza en un equipo indigno.