Karen Ordóñez es un ejemplo del camino que todavía queda por recorrer para acabar con la discriminación laboral que padece un amplio espectro de mujeres. Esta nicaragüense de 29 años, afincada en Zaragoza desde hace ocho años,fue despedida el pasado 22 de febrero tras comunicar a la empresa que estaba embarazada.

Llevaba cuatro meses trabajando en un hotel de la capital y era el momento de renovar el contrato. «Yo trabajaba 48 horas a la semana cuando por convenio eran 40. Cuando me quedé embarazada le dije a mi jefe que me gustaría trabajar las horas que me correspondían y parece que eso no gustó», lamenta.

Reconoce que no es la primera vez que sufre discriminación laboral por el hecho de ser mujer. Anteriormente estuvo trabajando en uno de los restaurantes de una conocida cadena, donde asegura que la brecha salarial era palpable. «Los hombres ganaban más que nosotras trabajando lo mismo, incluso algunos de ellos escondían sus nóminas», recuerda.

Tampoco es un problema nuevo para Karen la conciliación de la vida laboral y la familiar, pues ya tuvo que enfrentarse a este desafío con su primer hijo. «Es muy difícil conciliar. Yo tenía que coger solo trabajos a tiempo parcial y, aún así, mi hermana me tenía que ayudar», indica.

Además, todos los empleos que ha tenido en España han sido de baja cualificación a pesar de que es ingeniera informática. «Lo he intentado miles de veces pero no me han llamado de ningún sitio. Mi pareja, sin embargo, ha tenido más suerte. Es también informático y trabaja de lo suyo».

Este caso no es aislado. El 20,7% de las mujeres aragonesas en edad laboral se encuentra en riesgo de exclusión o pobreza, según el informe Arope elaborado por la Red Europea contra la Pobreza (EAPN).

María Ángeles Prieto, zaragozana de 48 años, lleva en el paro desde el 2013. En su hogar entran al mes algo más de 600 euros gracias al Programa de Renta Activa de Inserción (RAI), de los cuales alrededor de 300 van para la hipoteca. «Con el resto hay que hacer malabarismos», asegura esta mujer separada que tiene un hijo a su cargo.

Precisamente, el desempleo tiende a cronificarse en el colectivo de mujeres al frente de una familia monoparental. Según el informe citado, un 53% de ellas supera los dos años de búsqueda de empleo y, en total, casi siete de cada diez (69%) es desempleada de larga duración.

La situación de las mujeres mayores de 45 años, como María Ángeles, no es mejor, pues estas representan el 29,4% del total de las desempleadas de Aragón.

Abanico de morados

Por estos motivos, muchas mujeres saldrán hoy a la calle para secundar el 8-M, pero entre el blanco y el negro hay un abanico de matices de morado. Por ejemplo, Rosa María Guallar, que tiene 42 años y regenta desde hace 18 una zapatería en Casetas, no parará su actividad.

Su situación laboral como autónoma ha sido determinante, a pesar de estar de acuerdo con las reivindicaciones del movimiento. «Por supuesto que estoy a favor de la igualdad entre hombres y mujeres, pero no secundaré la huelga porque el negocio depende de mí», explica.

Sin embargo, reconoce que en su entorno laboral nunca ha vivido ninguna discriminación por ser mujer. «He tratado toda mi vida con representantes y fabricantes hombres y nunca me he sentido rechazada», añade. La mayor dificultad, señala, es la conciliación, algo que considera «dificilísimo».