El futuro de los vendedores del Mercado Central es tan incierto como inseguro. Los detallistas denuncian que no saben nada, o casi nada, sobre el proyecto de reforma del mercado de abastos. Y aquello que conocen, que es a través de la prensa, les desconcierta. «Pretenden que compremos un piso sin verlo porque quieren que hagamos una inversión sin saber cómo van a ser nuestros puestos», critican desde la Asociación de los Detallistas.

Su presidente, Carlos Gran, reclama más información al consistorio, a quien critica de mantenerlos al margen, mientras, algunos detallistas se quejan de las intenciones del Gobierno de Zaragoza en Común (ZeC). «¿Qué pretenden, convertirlo en una zona de paseo? Es que esto es un mercado y es para vender, no para pasear», clamaba una de las fruteras, que prefirió mantenerse en el anonimato. «Dicen que con su nueva imagen se fomentará el turismo, como si hubiera tanto como en Madrid, no tiene sentido», le respondía otro mientras atendía a un cliente, uno de los pocos que ayer se acercó hasta estas históricas instalaciones.

Los propietarios de los puestos tendrán que afrontar gran parte de la reforma, una cantidad que muchos no están dispuestos a hacer. «La mayoría tenemos entre 50 y 60 años y pretenden que nos hipotequemos a esta edad», insistía la frutera.

Elena Lázaro, del puesto Pollería, Ave y Caza Raquel compartía su opinión. «Muchos acabarán echándose atrás porque el que se quiera quedar tiene que pagar y no todos tienen esa capacidad económica».

De tapeo

Para David Escuder, de Caniceria De Equino, la «reforma es vital, es necesaria, pero no tienen que olvidarse de que este lugar es para lo que es, para vender producto fresco, no para tapear, para eso ya está el Tubo», señalaba. Gloria Uribarre, desde su puesto de carnes, explicaba que el principal problema del mercado es la falta de transporte público. «Desde que pusieron el tranvía no hemos dejado de perder clientes», asegura. A su juicio, la reforma no logrará que vaya más clientela, solo se conseguirá si el autobús vuelve a tener acceso.

Sobre la ubicación temporal de los puestos en la zona de las Murallas romanas las opiniones también son de lo más variadas. Desde la Asociación de Detallistas explican que el ayuntamiento ha cumplido con uno de sus requisitos, que era situarlos al lado del mercado para «no romper los hábitos de compra».

«Aquí ya vienen pocos de por sí. Estar en las murallas no tiene por qué ser un problema. Depende de lo que a la gente le apetezca. Habrá unos que descarten comprar en la calle y a otros que les de igual», añade Lázaro. Para Escuder «no se puede estar peor. Igual es que se ha acabado el tiempo del mercado y no queremos admitirlo». Desde hace años la clientela ha caído en picado. Los mercados de barrio se han convertido en los olvidados para la generación de las prisas y el supermercado.

«Se ha quedado desfasado. La gente ahora valora más el tiempo y las ofertas y eso se lo ofrece un supermercado, nosotros no», añade Escuder. Para Lázaro, competir con «la comodidad» de ir a un supermercado donde poder comprar todos los productos de la cesta de la compra es muy complicado.

Aún así, todavía están los nostálgicos que llevan toda la vida acudiendo al mercado. Es el caso de José Trasobares, que frecuenta semanalmente las instalaciones para comprar «el producto fresco». Y también están los jóvenes, como Gemma Álvarez, que con 21 años se escapa siempre que puede para comprar, sobre todo, verdura, fruta y pescado. «Mis padres siempre han venido y mantengo la costumbre, aunque es verdad que solo si tengo tiempo.