La mejor manera de abordar las diferencias entre el PSOE del 2014 y el del 2017, entre el Pedro Sánchez de entonces y el Pedro Sánchez de ahora, consiste en pronunciar un nombre: Alfonso Rodríguez Gómez de Celis. Dirigente andaluz, Gómez de Celis lleva años ejerciendo de crítico principal de Susana Díaz dentro de su federación. Cuando Sánchez era un diputado casi desconocido que luchaba por aparecer en la lista de posibles líderes socialistas, fue de los primeros en colocarse a su lado. Cuando Sánchez ganó gracias a los principales barones, que apoyaron su candidatura para que Eduardo Madina no saliera elegido, él seguía ahí. El secretario general quiso incluirlo en su ejecutiva, pero Díaz vetó su entrada. Y cuando Sánchez volvió a ganar las primarias, el mes pasado, después de haberse visto obligado a dimitir por los mismos barones que le habían aupado tres años atrás, Gómez de Celis seguía en el mismo sitio. Solo que ahora nadie puede dictarle el paso al líder.

Gómez de Celis será el nuevo secretario de Relaciones Institucionales en el partido, un puesto que le coloca solo por detrás del líder, la vicesecretaria general (Adriana Lastra) y el secretario de Organización, José Luis Ábalos. «Ahora Pedro sí tiene las cosas claras a la hora de conformar su equipo», señala el recién nombrado.

Sánchez ha ganado con tanta claridad (más de la mitad de los votos, diez puntos por encima de Díaz) que los líderes territoriales no ven otra salida, al menos de momento, que refugiarse en sus autonomías y confiar en que el nuevo secretario general no intente sustituirles en los congresos que celebrarán sus federaciones en los próximos meses. Si su victoria en el 2014 fue gracias a los barones, esta ha sido a pesar de ellos mismos y de la vieja guardia del partido, que en su amplia mayoría se volcó con la presidenta andaluza.

El comportamiento de los militantes socialistas en uno y otro momento dice mucho sobre los cambios en el partido. Hace tres años fueron dóciles, permeables ante las directrices que venían de arriba. Ahora no. Traumatizados por una abstención ante el PP para evitar la repetición de elecciones (una decisión «mal ejecutada y ni siquiera explicada», reconocen ahora incluso sus principales impulsores), las bases vieron su única esperanza de cambio en Sánchez, cuya trayectoria es, en sí misma, una sucesión de cambios. Cuando alcanzó por primera vez el liderazgo tenía fama de neoliberal en lo económico. Más tarde, a raíz de su infructuoso pacto con Ciudadanos tras las generales de diciembre, abogó por el «mestizaje ideológico». En estas primarias propuso «resituar el PSOE en la izquierda», una idea que también se plasma en el lema del congreso. «Somos la izquierda», dice.

La asunción de errores

Sánchez y sus colaboradores llevan meses explicando que esta evolución, que también le ha llevado a defender el reconocimiento de Cataluña como nación, ha sido natural, producto de todo lo que ha tenido que pasar, de haber aprendido de sus errores y de la propia abstención ante el PP. Aquel capítulo sirvió, argumenta, para que la sociedad cambiara la percepción que tenía tanto de él como de Díaz. «Su carácter sigue siendo el mismo -señala Gómez de Celis-. Pero las experiencias, sobre todo las malas experiencias, le han dado un mejor conocimiento del PSOE, de las líneas estratégicas que necesita, y también le han hecho ver que tiene que rectificar algunos errores, como la interlocución con otros dirigentes del partido».

Sus adversarios internos, sin embargo, creen que es un montaje por parte de un dirigente que se mueve por estrictos criterios de supervivencia personal. «Los cambios de criterio están en el ADN de Pedro Sánchez», dijo hace un mes el presidente extremeño, Guillermo Fernández Vara. «Me dan mucho miedo quienes no saben adónde van, quienes cambian las cartas en cada momento buscando los aplausos y dicen en cada sitio lo que apetece oír», insistió.

Aun así, Vara ha sido el primero de los barones críticos que ha reconstruido su relación con el secretario general. Puede que también sea el único. El resto de los líderes territoriales que apoyaron a Díaz, y también la presidenta andaluza, se han limitado a contemplar desde la distancia, sin implicarse, la segunda llegada de Sánchez, quien ha llevado a cabo un nuevo cambio a raíz de su triunfo en las primarias. Si durante la campaña interna puso el énfasis en el acercamiento a Podemos, ahora vuelve a incidir en la necesidad de sumar a C’s a ese pacto, algo que parece imposible, para expulsar a Rajoy de la Moncloa a través de una moción de censura. Pero, por el momento, todo le sonríe al secretario general. También las encuestas, que le sitúan a entre tres y cuatro puntos del PP.