Una de las apuestas del anterior alcalde de Zaragoza, el socialista Juan Alberto Belloch, fue convertir el Ebro, un río mediterráneo, en navegable, como el Sena de París o el Moldava de Praga. Para ello, además de invertir más de 25 millones en la construcción del azud para poder mantener un caudal determinado, ordenó dragar el Ebro cada año para crearle paso a los barcos. Uno de los más beneficiados de esta atracción fue el Náutico. El presidente del club, Juan Quílez, asegura que ha perdido clientela desde que el embarcadero ya no se utiliza para que atraque el barco. Ahora solo se destina a actividades deportivas. «El azud es fundamental para mantener la actividad de las riberas» señala.

Según Quílez, la decisión del Gobierno de Zaragoza en Común (ZeC) de retirar los barcos, al considerar que nunca se debe alterar el río para una actividad de ocio y económica, «ha perjudicado a la ciudad». Para Quílez, se debe «combinar» el uso deportivo, social y cultural en los tramos urbanos por los beneficios que le reporta a la ciudad.

«Así pierde todo su atractivo para los turistas. No creo que perjudique medioambientalmente civilizar 4 kilómetros». A su juicio, «Zaragoza se está quedando atrás porque el río no tiene atractivo».

Desde Ebronautas, una empresa destinada a organizar actividades de ecoturismo en piragua o kayak por el Ebro, el azud no ha influido en el caudal, sí en la profundidad. Desde la empresa, Néstor Torrecilla asegura que «se está culpando al azud de muchas cosas en las que no tiene nada que ver».

Señala que las gravas se mueven con las avenidas y esta presa no ha provocado una mayor acumulación, sino que es la corriente del río la que lo hace.

Recuerda que son varios los azudes que hay en el tramo del río, aguas arriba, y que no están generando la misma polémica que en la capital aragonesa. A su juicio, la oposición en su día estuvo más centrada en la inversión que había que realizar que en el impacto medioambiental que, dice, «es muy pequeño».

Torrecilla forma parte de aquellos que están a favor de que se repare el azud y poder combinar, así, los usos del río siempre que se respete. Coincidiendo con los clubes deportivos, insiste que aquellos que viven del río y lo conocen son los que más lo respetan, a pesar de las críticas contrarias que reciben.