Un clásico. A eso se reduce el debate que cada año por estas fechas surge en la comunidad con las partidas territorializadas de los Presupuestos Generales del Estado. Todos los años, el Gobierno de turno (da igual que sea el PP que el PSOE) prevé unas inversiones en infraestructuras que afectan a Aragón que siempre se quedan cortas ante las necesidades del territorio. La oposición las crítica enormemente y acusa al partido del Ejecutivo de no pintar nada en Madrid, de no avanzar en los proyectos que se defienden aquí, en definitiva de eternizarnos para conseguir prosperar un poco. Los del Gobierno y los que le apoyan se sienten moderadamente satisfechos porque siempre encuentran algo positivo en esas rácanas cifras. Y como una obra de teatro muy ensayada, anunciarán enmiendas que luego las apoyarán en el Parlamento para maquillar las cifras y así poder sacar pecho en Aragón. (Ya veremos esta vez con Montoro). Y así estaremos unos cuantos días. Poca imaginación en los que critican y mínima en los que se defienden. Por no hablar de la escasa imaginación de las partidas inversoras del Gobierno. Seguimos con la N-II, la N-232, (aunque mejoran, no en las condiciones que se necesitan para evitar de una vez tanto accidente), la A-23, la A-21, Yesa, Biscarrués, restauraciones de iglesias y nada o casi nada para el Canfranc, la Travesía Central Pirenaica o la línea férrea Zaragoza-Teruel-Valencia. Lo de siempre. Además, luego, al acabar el año, habrá que ver si esas partidas se han gastado en lo que decían porque hay muchas veces que ni eso. Y así se lleva 15, 20, años... O más.