"Es difícil saber qué están metiendo en esos camiones, pero desde hace días llegan por la mañana, se meten dentro, los cargan y se van llenos de materiales del interior. ¿No estaba prohibido?". Con estas palabras explicaba a este diario un vecino de la zona cómo ha podido ser testigo de cómo se están extrayendo cosas del interior de unas instalaciones que albergan 140 elementos que la Dirección General de Patrimonio ha prohibido expresamente que se toquen. "¿Quién lo está controlando?", se preguntaba Carlos Blázquez, de la plataforma Salvemos Averly.

Consultados por EL PERIÓDICO, los dueños de estas instalaciones, el Grupo Brial, restaron importancia a estos trabajos ya que, según aseguraron, "no es algo de ahora, ya se lleva haciendo desde el verano" y, además, "es solo chatarra y productos acabados de Averly que están vendiendo". Porque Averly sigue funcionando y sigue comercializando algunas de esas piezas que en otros tiempos fabricaban para clientes en Zaragoza, piezas que nadie ha dicho que no puedan salir al exterior o venderse.

De manera que esa "nocturnidad y alevosía" que los vecinos denuncian "aunque se haga a plena luz del día" son, en principio, solo fantasmas en la mente de quienes no quieren ver desaparecer la factoría del centro de la ciudad. No son del pasado, sino de un presente que es cada vez más incierto.

Todos, incluso quienes tienen proyecto para levantar 200 pisos, están de acuerdo en conservar todo el patrimonio histórico de gran valor que albergan esas naves medio derruidas por el abandono. Pero nunca la fundición ha tenido tantos ojos sobre sus tejados de uralita. Incluso se oyen más ruidos que antes en su interior, reales o imaginarios. Y toparse con uno de estos camiones es siempre fruto de la casualidad. Los muros de la fundición solo dejan salir a la calle el ruido de la chatarra sobre el camión y cualquier cosa es posible a puerta cerrada.

Por eso piden, quienes claman por su protección, que se vigile y se supervise al máximo cada trabajo que se haga allí dentro. Porque no solo se habla de catalogar bienes inmuebles, sino también muebles que, como su propio nombre indica, pueden moverse.

Aunque nadie podría pensar que la familia Hauke o Brial estuvieran dispuestos a desafiar a Patrimonio, al menos en los próximos 18 meses en los que esos fantasmas podrían multiplicarse a golpe de ruidos.