36 minutos tardó la presidenta Luisa Fernanda Rudi en arrancar los primeros aplausos de la bancada popular, esa formada por 30 diputados a la que implícitamente la gobernanta señaló indicando que sobran varios si se cumple su deseo de reducir el número de escaños en una próxima legislatura. Los aplausos llegaron en la primera de las tres improvisaciones de su discurso, cuando aludió a los estudios geotécnicos del hospital de Teruel que han retrasado su construcción y que, para no cambiar de costumbre, fue culpa del Gobierno anterior.

Por un momento se le quebró la voz a la presidenta y tuvo que beber agua en varias ocasiones para cuidar su delicada faringe que ya le ha dado más de un problema esta legislatura. Fueron apenas unos instantes en los 59 minutos de intervención, pausada y firme, en la que lo mejor se lo guardó para el final, poniendo el balón en la raya de gol tras una larga intervención que sonó a final de legislatura. Habrá que ver si alguien lo mete en las redes o lo tira fuera. A la vista de la reacción del resto de partidos, el gol puede ser un gol fantasma. Solo los consejeros Modesto Lobón y Roberto Bermúdez de Castro habían leído el discurso con anterioridad.

Rudi marcó distancia con su socio --cuando tan solo una semana antes habían jurado prorrogar su alianza en la capilla San Martín-- y lo hizo como presidenta del PP, ante la cara estupefacta de la oposición, que tomó notas sin parar y hoy las empleará en su réplica. Una réplica que ya comenzaron a diseñar con sus diversos grupos y que será una de las más duras de los últimos años. Cuando Rudi aseguró que su Gobierno está "a la vanguardia" de las políticas sociales, hubo más de una sonrisa irónica. No las hubo cuando se habló de deuda y déficit sencillamente porque la mención fue tan vaga, apenas una leve aseveración, que pasó desapercibida. Como pasó desapercibida la gestión cultural (intentó nombrar el Instituto Aragonés de Arte y Cultura Contemporáneo pero al liarse con las siglas lo definió como el Pablo Serrano) o los denodados esfuerzos por los pasos fronterizos.

En la tribuna de autoridades, más o menos las de siempre. Con un claro dominio de ediles del PP del Ayuntamiento de Zaragoza, aunque también estaban los portavoces del resto y el alcalde, Juan Alberto Belloch, a unos metros de distancia de su buen amigo Carlos Pérez Anadón. Tampoco faltó la alcaldesa de Huesca, Ana Alós, y el regidor de Teruel, Manuel Blasco. Por parte de las diputaciones, el presidente oscense, Antonio Cosculluela y el de Zaragoza, Luis María Beamonte. Acudieron también los senadores autonómicos, Marcelino Iglesias y Ricardo Canals, así como el Justicia, Fernando García Vicente, el presidente de la Cámara de Cuentas, Antonio Laguarta, y el secretario general de UGT, Daniel Alastuey.

La tribuna no se llenó y la sala que se habilitó junto a los arcos de La Aljafería se quedó vacía. No así el bar, que después del debate se llenó hasta la bandera. Se vio sobre todo a los populares, satisfechos por el impacto que el anuncio de la presidenta había tenido en la oposición. Por los pasillos, el ambiente se deslizaba entre la sorpresa y la ironía: "Que nos quedamos sin diputados", bromeaba el andorrano Luis Ángel Romero. A la presidenta, se la vio ya relajada, junto a su marido, que siempre acude con ella al debate. La jefa del Ejecutivo llevaba, por cierto, el mismo conjunto que el pasado año: chaqueta malva con falda blanca, a juego con los zapatos. Solo faltó el broche que portaba hace 365 días. Si repitió será porque en el 2013 le dio suerte la combinación, o quizás como símbolo de la austeridad.