Hora de mirar más despacio los resultados. Y vuelve la misma sensación de mareo que los quesos y estadillos producían la noche del domingo. De decir que los pactos son imprescindibles, los analistas han pasado a reconocer que además son casi imposibles. Mariano Rajoy compareció tras una reunión de la dirección conservadora. Estaba medio KO, sonadísimo. Apenas pudo decir cuatro vaguedades exprimiendo su resobado argumentario de la campaña. Pedro Sánchez, que todavía siente temblar el suelo bajo los pies, escuchó a dos de sus barones (el extremeño Fernández Vara y el manchego García Page) esbozar un círculo sanitario en torno a Podemos. No son los únicos. La corrección política en pleno, con el PP por delante y Ciudadanos cerrando filas, quiere dejar a los de Pablo Iglesias fuera de cualquier combinación que permita gobernar el país. Para acelerar el incendio, los agentes económicos escenificaron un sonoro desplome de la Bolsa y un notable incremento de la prima de riesgo.

No vale hacer cuentas con los posibles ejes a izquierda y derecha. Hay nuevos actores, hay notables diferencias programáticas entre los hipotéticos aliados... y además ni PP-Ciudadanos ni PSOE-Podemos suman mayoría absoluta. A partir de ahí, se puede jugar con las fichas como se quiera: PP-Ciudadanos y el PSOE se abstiene; PSOE-Podemos y los nacionalistas periféricos; PP por su cuenta con la abstención de PSOE y C's... Pero no es tan fácil. El portavoz oficial del PSOE insiste en que su partido votará no a la investidura de Rajoy. Albert Rivera ofrece una abstención a favor del más votado que en realidad no sirve para gran cosa. Los nacionalistas (particularmente los catalanes) no son admisibles. Un gobierno en mayoría relativa respaldado por volátiles abstenciones no resistirá el primer embate parlamentario (y eso que el PP se dejó aprobados los Presupuestos del 2016). Podemos, quizás la única formación cuyo líder se ha expresado con claridad en términos políticos (sus Cinco Puntos para un proceso constituyente), da miedo al resto (incluyendo a C's, donde crece la sensación de que Rivera fue utilizado por Iglesias para que éste normalizara su imagen e incrementara sus posibilidades electorales)... Al final, las miradas se vuelven una y otra vez hacia el PSOE. La germánica imagen de la Grosse Koalition flota en el aire. Las viejas guardias y los sectores más moderados del socialismo español no le hacen ascos.

Demasiados líderes políticos tienen que hacerse a la idea de lo que hay. Los del PP, que soñaban con superar la barrera de los 140 diputados gracias al voto oculto y se han quedado muy lejos (aunque siguen controlando el Senado). Los del PSOE, que han de consolarse con los resultados en Andalucía y Extremadura del desastre en Madrid, Cataluña y otras comunidades. Los de C's, que han visto cómo se evaporaba en un par de semanas el exitazo de los sondeos. Los de Podemos, que no lograron su sorpasso al PSOE, quizás porque no tuvieron ese puñado de votos que se fueron a Unidad Popular-IU. Los de dicha coalición, situada al borde de la extinción.

Tendrán que reflexionar, sí. Y admitir varias cosas: que el mapa político ha iniciado un cambio irreversible, que España se ha redefinido como un país muy plural (hay varias Españas, la de los jóvenes, la de los mayores, la del Norte, la del Sur, la profunda, la periférica... y ninguna de ellas vota igual), que para pactar hay que ceder... y, por encima de todo, que la continuidad tal cual del Sistema está en entredicho. Como mínimo hay que resetearlo, y quizás reprogramarlo en una nueva Transición (como reclama Podemos haciéndose eco fiel del 15-M). La España de la corrupción, la desigualdad, los conflictos territoriales, el búnker constitucional y la partitocracia es inviable a medio plazo.