-¿Cómo surge este fenómeno, dónde y por qué?

-Nace en Estados Unidos e Inglaterra en el siglo XX. Aquí tarda en introducirse, pero en la última década se está convirtiendo en epidemia. La adolescencia es una etapa en la que todas las emociones en general se viven muy intensamente, con una amplia fragilidad sentimental y el control de impulsos tiende a saltarse los límites establecidos y se pasa a la acción sin medir las consecuencias. Todo ello se acrecienta con el efecto contagio y mimetismo respecto a sus iguales, es decir, imitar lo que hace la persona de al lado como forma de integrarse. Y eso provoca esas conductas inapropiadas como las autolesiones.

-¿Cuál es la incidencia?

-Hemos elaborado un estudio interesante que se va a publicar próximamente y que expone que entre un 30% y un 40% de los adolescentes con patología mental que acuden a nuestras consultas tiende a autolesionarse. Es una enfermedad no solo preocupante sino en alza sobre todo en el último lustro. En Estados Unidos, el 15% de los adolescentes entre 12 y 16 años se ha cortado en algún momento, pero es que de un 4% a un 7% de adolescentes españoles sin patología mental también lo hace.

-¿Se ha encendido la luz de alarma?

-Estamos muy preocupados porque ha aumentado mucho la frecuencia y prevalencia de casos. Las familias están desbordadas y acuden mucho a Urgencias creyendo que son malos padres y que su hijo o hija se quiere matar. Pero no es así. Es un problema serio y profundo, pero de otro calibre.

-¿Cómo se aborda?

-Cuando se trata a un adolescente ya se pregunta si se ha hecho cortes o no. Es una cuestión que ya se ha convertido en habitual, al igual que si duerme por las noches o estudia. Y es que el aumento de casos en los últimos cinco años es exponencial. El plan de abordaje terapéutico de nuestra unidad incluye, primero, averiguar si existe patología mental o no. Los pacientes con factor de riesgo son aquellos que sufren trastornos de conducta alimentaria, mujer -la prevalencia en chicas es de dos a uno-, averiguar si hay episodios previos de autolesiones porque tienden a repetirse, si hay abuso de drogas, un cuadro depresivo, ansiedad.... El abordaje es familiar y también individual, a través de la motivación al cambio, mediante psicoterapia cognitiva conductal y medidas de cambio que incluyen cosas que pueden hacer cuando sienten la necesidad de lesionarse.

-¿Por ejemplo?

-Si lo cogemos a tiempo podemos intentar modificarlo y que los padres estén pendientes de controlar en la red dónde sus meten sus hijos. Internet llega a disponer, incluso, de manuales de exhibición para autolesionarse mejor. Entre las estrategias claras que se dan a los pacientes está tener a dos personas a disposición -amigos o familiares- para contactar con ellos cuando deseen lesionarse, o conductas incompatibles con cortarse, como poner la música muy alta, bailar, correr o coger hielo hasta casi sentir dolor. La autolesión libera endorfinas y alivia en un primer momento ese sentimiento negativo a través del daño físico. Por eso, hay que hacer otras cosas para aliviar ese malestar emocional mientras intentamos reconstruir esas emociones.

-¿Cuál es la edad crítica?

-El factor de riesgo importante se da en una mujer de entre 12 y 16 años con un modelo educativo inadecuado a nivel familiar o ciertas emociones negativas producidas durante la infancia que se tendieron a minimizar o trivializar y no se gestionaron bien y que, en la adolescencia, no se expresan sino con daño.

-¿Por qué exponer la lesión al exterior y hacerla viral?

-El objetivo es mejorar el malestar emocional, gestionar ese sentimiento negativo o autocastigarse. También para marcarse y que los demás sepan que lo estoy pasando mal. Es verdad que hacerlo para llamar la atención y como forma de identidad e integración en el grupo es menos frecuente, aunque también los hay que, por ejemplo, pasan a redes sociales fotos de cortes junto a, por ejemplo, un corazón como un fenómeno de mimetismo o forma de identidad en el grupo. Hay que tener en cuenta que estos chicos son auténticos nativos digitales.

-¿No se busca la muerte?

-Si se pretendiera el suicidio no sería autolesión. El adolescente no se quiere matar, sino que es su forma de decir que está sufriendo y que necesita nuestra ayuda. Tiene sentimientos negativos y está emocionalmente mal, pero a la familia hay que decirle que no es porque haya discutido con ellos la noche anterior y que no se tienen que sentir culpables. Quizá ha tenido un problema en el colegio que no ha sabido gestionar, se mete en la red y le dicen que encontrará alivio cortándose.