De menos a más, pero en todo momento fue una fiesta, una acorde al hito conseguido. Solo una vez en la vida se asciende por primera vez a la máxima categoría del fútbol español y, si además lo protagoniza un club humilde, la celebración debía que estar a la altura. Y lo estuvo.

Nada mejor que hacerlo de la mano de una ciudad entera que se echó a la calle para acompañar a los suyos ya desde el aterrizaje del avión que les traía de vuelta de Lugo y, por la tarde, con el plato fuerte, la rúa por las calles de Huesca, una población que, desde ayer, saborea la Primera División. Y el regusto tardará en marcharse, porque Huesca vivió un día irrepetible.

La fiesta fue de menos a más en cada rincón de la localidad altoaragonesa. Las caras de algunos integrantes de la expedición a la bajada del avión, que por cierto aterrizó en Monflorite con algo de retraso sobre la hora prevista, a eso de las 12.55 horas, delataban que la noche había sido dura. Luego, ante los medios y entre risas, Petón lo corroboró con un «Huesca ha dejado huella en Lugo de día y de noche». Ahí lo dejó. Y que se suspendiera el almuerzo previsto en el Lillas Pastia para que todos descansasen fue la prueba definitiva.

Con la terminal de fondo y con aproximadamente un centenar de seguidores de todas las edades, muchos niños incluidos, esperando la llegada de sus héroes, toda la familia de la Sociedad Deportiva Huesca se inmortalizó con una foto para el recuerdo. Se hicieron de rogar, pero el encuentro con sus aficionados mereció la pena. Al menos estuvieron amenizados por un camión discomóvil que tan pronto hacía sonar el himno del Huesca como a Ixo Rai. No faltó, obviamente, el We are the champions, un clásico.

La alegría se desató y fue un pequeño preludio de todo lo que estaba por llegar. Algunos jugadores sacaron el móvil para grabar y otros para sacarse fotos con los seguidores azulgranas.

El éxtasis

Un capitán lo es para todo. Nadie como él encarna lo que es el Huesca y casi nadie sabe tanto como el ‘10’ lo que este club ha tenido que luchar para alcanzar lo que parecía imposible. Por eso había que tirar del carro. Llegó el primero a El Alcoraz, antes que el bus descapotable incluso. Se fotografió con todo aquel que se lo pidió y, por supuesto, fue el primero que subió a bordo. Y con la nevera de las cervezas para amenizar el extenso recorrido por las calles de la ciudad, por supuesto.

El Chimy Ávila hizo gala de su estatus de comandante con una gorra de Guardia Civil y Camacho se arrancó con el himno. Y así, el camino al centro. Unas 200 personas acompañaron al equipo en su partida desde El Alcoraz y en Martínez de Velasco todos pudieron atisbar lo que minutos después iba a ser la verdadera explosión de júbilo.

Ni un alfiler

Tras dar una vuelta de honor por Huesca la rúa entró por los Porches de Galicia unos 40 minutos más tarde de lo que estaba previsto. Pulido, uno de los pesos pesados durante la temporada (y en la fiesta del ascenso) parecía DiCaprio en Titanic al frente del autobús. Se oyeron gritos a favor de la continuidad de Rubi, que no fueron pocos ni aislados y, tras coger Melero el micrófono, Remiro les echó del autobús con un «vamos, porque la estamos liando».

En el balcón del Casino el primero en tomar la palabra fue el presidente del club. Agustín Lasaosa se acordó «de todos los que están en el cielo y que tanto han luchado por el Huesca» y rememoró con especial cariño a sus padres y a Armando Borraz, «que nos estará viendo desde arriba».

Con todos en sus puestos comenzó la presentación de todos los miembros uno por uno. Remiro y Melero, grandes agitadores de la fiesta en el balcón, se arrancaron con los cánticos fielmente seguidos por la marea azulgrana que inundó la Plaza de Navarra. No cabía ni un alfiler.

A Jair le quitaron la camiseta, cuyo lema era Corazón de Primera, para que mostrase sus abdominales. Se resistió, pero desistió. A Ferreiro le gritaron «MVP, MVP», Melero fue tremendamente aclamado y el Cucho quédate atronó la plaza. El gran capitán se acordó de la «familia de jugadores que vinieron porque creían en el proyecto», Santamaría se plantó unas gafas verdes y al otro central, Pulido, también le birlaron la camiseta. Todos disfrutaron, vibraron y gozaron de un día que nunca olvidarán porque es histórico. Nadie se lo va a quitar ya, porque es muy real que Huesca tiene sabor a Primera.