Una bandera catalana ondea próxima al centro de jubilados de Alcampell. Comparte espacio con otra del FC Barcelona. La colocó hace unos meses en el balcón de su casa Guillermo Garrigós, el actual responsable del espacio social. «Quité la independentista porque Carles Puigdemont me ha hecho enfadar», reconoce. Nacido en Barcelona en la actualidad reside en este municipio aragonés de la comarca de La Litera, cuna de un líder catalanista, Josep Antoni Duran i Lleida, que se apartó y condenó el independentismo.

Garrigós llegó a este trabajo por motivos familiares. «Los catalanes siempre hemos sido bien recibido, me rechazan más por ser del Barça», afirma. Uno de los habituales en el bar replica con sorna. «Estoy convencido de que no pasará nada, eso sí, para encontrar una solución hace falta que hablen más entre todos», indica José Enjuanes.

El mestizaje autonómico es una máxima en todos los municipios de la comarca. De hecho, la mayoría de ellos no ha entrado en la guerra de banderas --rojigualdas y señeras-- que prima en otros territorios. El sentimiento mayoritario entre la población es el de la inquietud, con altas dosis de escepticismo. «Estamos viendo una obra de teatro mal representada», zanja Miguel Olarte, un navarro que desde los 13 años vive en Alcampell. «Creo que con lo de este fin de semana se acabará el dueto y todo quedará otra vez tranquilo», expresa.

Algo parecido piensa Jacinto Martínez, agricultor jubilado. «El viernes pasé por la feria de Lérida y no había nada de propaganda electoral, en las cuestiones económicas la situación está más calmada», reflexiona.

Convivencia natural

En Alcampell las casas rotuladas en castellano y catalán conviven sin problemas. Y la mayoría de los negocios se aprovisionan en empresas catalanas. Lo mismo sucede en el campo ya que los principales integradores de ganados pertenecen a la provincia de Lérida. «Si gana el sí las cosas se pondrán complicadas, aquí todos dependemos de Cataluña», asegura Pau Castro. Durante la semana estudia en Lérida un curso puente para la formación profesional y los días festivos colabora en la empresa familiar, una panadería especializada en dulces y otros productos. «Nosotros etiquetamos tanto en castellano como en catalán y vendemos allí casi la mitad de la producción», indica.

En Tamarite se repite la situación. A la espera de que se calmen las aguas del separatismo, los agricultores, ganaderos y comerciales prosiguen con su actividad, ligada fundamentalmente a los vecinos del Este. «Siempre hemos vivido al lado de una frontera, estas situaciones son normales», destaca María Pilar Naval, al frente de un comercio de suministros agrarios. En su tienda se pueden encontrar desde planteros hasta recambios para los aspersores de los riegos.

Alba Capdevilla y Marc Ferrer ejemplifican bien la situación de este territorio. Son pareja. Él reside en Andorra la Vella y pasa unos días en la casa familiar. Ella es de Terrrasa y votará que sí en el referéndum. Cuando están en el Alto Aragón evitan conversar sobre este asunto para evitar discusiones. «Mis familiares son de otra generación y sobre todo temen lo que pueda pasar con el hospital Arnau de Villanova», asegura Ferrer.

Castillonroy es el último municipio de la Litera aragonesa ante de la frontera catalana. No llega a los 500 habitantes. Algunos estudiantes del pueblo acuden a la vecina Almenar, ya en Lérida, para cursar la Secundaria. Los padres organizan turnos para llevarlos todas las mañana porque no hay transporte público. «No sé cómo hemos podido llegar a este punto, creo que ha faltado diálogo en todas las partes», indica el agricultor José Antonio Pera. Una de las cosas que más preocupan en la zona será la gestión conjunta del canal de Aragón y Cataluña en el caso de separación. «¿Qué pasará con los riegos si el pantano que lo abastece está en Aragón?», se pregunta.