Irene Laborda y Julia Sanz son estudiantes y llevan un mes llegando tarde a sus entrenamientos de fútbol sala en el centro deportivo La Granja. Tienen que entrar a las 19 horas, pero desde que comenzó la huelga de los trabajadores de AUZSA, todas las jugadoras han tenido que cambiar sus rutinas. "Salimos una hora antes de casa, y antes nos bastaba con media hora de adelanto", explicaban.

Para ellas, el peor tramo de los paros es el vespertino, ya que la huelga comienza justo cuando deben tomar el autobús. No tienen coche todavía, y el transporte urbano es su único recurso para moverse por la ciudad. "Al principio sí que nos ponían más pegas en el equipo, pero ahora ya saben que todas llegamos tarde por el mismo motivo y lo comprenden", manifestó Irene.