Rajoy, anteayer: "Dije que bajaría los impuestos y los estoy subiendo- Pero han cambiado las circunstancias y tengo que adaptarme a ellas". Es una variante de una conocida frase de Keynes: "Cambio de ideas cuando cambia la realidad. ¿Hace usted otra cosa?". Pero las circunstancias han cambiado poco desde que en mayo del 2010, acuciado por la crisis de la deuda soberana, Zapatero rectificó e hizo un ajuste de 15.000 millones. Era obligado para que España pudiera financiarse. El fin del boom inmobiliario bajó los ingresos y el superávit de las cuentas públicas desembocó en déficit. Entonces ya era preciso que nos prestaran "hasta para pagar el desempleo, los sueldos de los funcionarios, la sanidad y la educación". Lo que Rajoy dijo que pasa hoy.

La diferencia (aparte de que la crisis dura y Europa entra en otra recesión) es que gobernaba Zapatero. Entonces Rajoy decía que el ajuste era "el mayor recorte social de la democracia" (una ignominia). Ahora dice otra cosa: "Hacemos lo que no nos queda mas remedio que hacer, tanto si nos gusta como si no".

Es su pecado original. Contribuyó a que la opinión pública no tomara conciencia de la realidad y ahora (Erkoreka dixit) eso le puede arruinar la legislatura. Porque, además, cuando fue investido, todo el pescado estaba vendido. Ya se sabía que el déficit del 2011 había sobrepasado el 8%. Lo anunció su ministro del Interior. Ya se sabía que el gran problema es un endeudamiento excesivo (privado y público) y que la deuda externa suma el 92% del PIB frente al 21% de Italia y el 11% de Francia.

Sin embargo en su segundo Consejo de Ministros reintrodujo la desgravación fiscal a la vivienda que ahora tiene que liquidar. Y como la desviación del déficit era nada menos que de un 50%, retrasó el presupuesto del 2012 hasta las elecciones andaluzas. ¿Para generar confianza en Europa y en los mercados? Y los mercados son solo los bancos y los bonistas que creen hacer una inversión segura dándonos crédito. Y cuando en Semana Santa presentó el presupuesto, no subió el IVA, como le aconsejaban la UE, el FMI y la mayoría de economistas, sino que compró la fantasía de Montoro: una amnistía fiscal, éticamente inasumible y de dudosa rentabilidad.

Zapatero (bendito él) dijo que superaríamos a Francia y presumió de tener la banca mejor del mundo. Rajoy alardeó de que el presupuesto era cosa de "la soberanía nacional" y que Rodrigo Rato era el gran gestor para Caja Madrid y Bankia. Luego De Guindos lo fulminó y la nacionalización de Bankia (que Draghi dijo que se había hecho de la peor forma posible) nos forzó a pedir el rescate. Y nos condenó a la intervención.

Rajoy ha pecado, pero ahora, penitente, se confiesa. Lo decía bien ayer el editorial de este periódico: un ajuste de 65.000 millones en 30 meses no nos va a sacar de la crisis ni va a reducir el paro, como no lo hizo antes el ajuste de 15.000 millones en 24 meses de Zapatero. El hachazo va a profundizar una recesión de dos o tres años que va a provocar una dura y cruel devaluación interna (bajada de precios y salarios frente al mundo). Luego, quizá remontemos.

Desengañémonos; la crisis la pagarán más las clases medias (IRPF) y medias y bajas (IVA), pero los que ganan más de 250.000 euros y tienen patrimonios superiores al millón de euros --honorables ciudadanos-- también deben contribuir. Hay motivos para criticar mucho a Rajoy. Y a Rubalcaba (por socialista, por dar poca caña al PP o por ambas cosas). Pero sin cierta complicidad PP-PSOE (que la mayoría de la bancada popular y la mitad de la socialista no quieren), la crisis no durará dos o tres años más (con suerte y acierto) sino que se prolongará y amenazará la democracia española. Y la catalana. Las vacas flacas no nos deben condenar a volver a los años 30 o 50 del pasado siglo.