Niña de 12 años ingresada en un hospital gallego por una enfermedad irreversible y reagudizada por un proceso intercurrente. Necesita de medios artificiales para seguir con vida mientras el corazón no se pare. Ella es incapaz de decidir por sí misma y sus padres piden reiteradamente a los médicos que la atienden que supriman las medidas artificiales que mantienen a su hija con vida sin ninguna esperanza.

El Comité de Bioética del hospital, cuya decisión no es vinculante, recomienda aplicar exclusivamente cuidados paliativos que aseguren una muerte digna tanto en el hospital como en su domicilio si los padres así lo quieren. El servicio de Pediatría que atiende a la menor, así como la dirección del hospital y la Consejería de Salud gallega, no hacen caso de las recomendaciones del Comité de Bioética ni de la petición de los padres.

En España, el tema de la muerte digna, el suicidio asistido y la eutanasia son una demanda histórica que choca con determinados colectivos sociales y con la legislación vigente que ni siquiera es común en las distintas comunidades autónomas. Llama la atención que en países más conservadores y católicos que España, como Bélgica, esté despenalizada la eutanasia y el suicidio asistido, incluso en niños y adolescentes. En nuestro país, el auxilio al suicidio está castigado con hasta ocho años de prisión. En España, el mismo Tribunal Constitucional hace prevalecer el "deber" de vivir frente al "derecho" a la vida y a una muerte digna.

Sin duda que en nuestra sociedad se están poniendo los cimientos para una despenalización de la eutanasia y del suicidio asistido pero esto no es suficiente. Es necesaria una ley expresa que regule la eutanasia y el auxilio al suicidio con las debidas garantías para el paciente, los profesionales y las personas que puedan intervenir en el proceso. Asimismo, debería, cuando menos, denunciarse el encarnizamiento terapeútico que sigue practicándose en medios sanitarios, sobre todo en algunos hospitales. La memoria histórica nos hace recordar la obstinada prolongación de la agonía del general Franco, que fue víctima, en parte por la familia y sus más allegados políticos adictos al régimen, de un auténtico caso de encarnizamiento terapeútico en un hospital público español.

EL PRIMER CASO

de suicidio asistido que saltó a los medios de comunicación e incluso al cine fue el de Ramón Sampedro. Otro caso sangrante fue la denuncia del anestesista del hospital de Leganés Luis Montes, que fue absurdamente denunciado por practicar eutanasia masiva en su hospital a lo que tan solo eran sedaciones en enfermos terminales y agonizantes. Aquí, también los medios de comunicación y los intereses políticos y de entidades sociales arruinaron la vida profesional y personal de un excelente médico. Actualmente dirige la Asociación Española para la Muerte Digna que tiene una estructura federal en todas las comunidades autónomas.

A diario, los médicos aplicamos medidas de cuidados paliativos, sedación y si es necesario ayudamos a bien morir a los pacientes que nos lo demandan, con lo que asumimos el riesgo que algunas de estas prácticas conllevan. Y esto se viene haciendo desde la época hipocrática con la mayor naturalidad. Los cuidados paliativos en el domicilio y en el hospital son necesarios, pero no suficientes en algunos casos. Además, el acceso a los cuidados paliativos es muy irregular en nuestro país.

El Partido Popular está empeñado, influenciado por determinadas corrientes sociales e incluso profesionales, en no aprobar una ley de muerte digna en España. De hecho, se ha acabado la legislatura sin haberlo hecho. Tan solo algunas comunidades autónomas como Andalucía, Aragón y Navarra se han adelantado, aunque en la realidad no se aplican.

El testamento vital no se fomenta lo suficiente entre la población, siendo muy pocos los que lo han hecho. Por cierto, ¿qué ocurriría si una persona en su testamento vital dijera que se le apliquen medidas eutanásicas o de suicidio asistido cuando la ley no lo permite? ¿Habría que trasladar a la persona enferma a un país con legislación positiva al respecto?

TODO ESTO

sugiere un debate entre representantes sociales, profesionales del derecho, de la medicina y de la bioética en un marco de diálogo y entendimiento fuera de prejuicios. Entre todos podemos conseguirlo ya que estamos en una sociedad democrática y laica en la que debe prevalecer la dignidad, la autonomía y la libertad de los seres humanos por encima de la obligación a tener que vivir sobre todo y en las condiciones que sean.

Para los que no las hayan visto, recomiendo muy encarecidamente las películas La fiesta de la despedida, que creo que ha desaparecido de la cartelera española, y la de reciente estreno en España, Corazón silencioso, en las que se trata maravillosamente el tema de la muerte digna, el suicidio asistido y la eutanasia. Es necesario que desde la universidad, sobre todo en las Facultades de Ciencias de la Salud y Medicina, se enseñen los principios de los cuidados paliativos, la sedación terminal o el suicidio asistido y se abra un debate amplio sobre el tema de la eutanasia.

Los padres tendrán que recurrir a la Justicia o pedir el alta voluntaria de su hija para que fallezca de una forma natural en su domicilio.