Si una imagen vale más que mil palabras, está claro que las multitudinarias manifestaciones celebradas el pasado 14-N son la muestra más palpable de que, a día de hoy, es la mejor arma de los ciudadanos para expresar su rechazo a las políticas del Gobierno de Rajoy. Un día después de la huelga y, tras un análisis sosegado, los máximos responsables de la patronal (CREA y Cepyme) y de los principales sindicatos de Aragón (UGT y CCOO) se pronunciaron sobre los efectos del paro general.

Tras el 14-N ha surgido el debate en torno a cuál es la mejor medida para mostrar el descontento social. Hay quien piensa que las huelgas están desactivadas desde el miércoles como mecanismo de presión para futuras protestas. Más si cabe en tiempos de crisis. Por el contrario, centenares de miles de personas acudieron a las manifestaciones celebradas el pasado día 14 en todo el país, muchos de ellos sin haber secundado la huelga durante su jornada laboral.

Las causas de la menor repercusión de la huelga y de las masivas protestas en las calles son muchas, pero entre los asistentes a las protestas de la tarde del miércoles figuran el miedo a ser despedido y expulsado de un mercado laboral que no tiene hueco para casi nadie, la imposibilidad de prescindir del salario de un día por las urgencias económicas o, en el caso de los autónomos, de llevar a cabo un cierre con pérdida de ingresos.

MALESTAR CIUDADANO El caso es que, más allá de la estéril guerra de cifras que suele suceder a un día de huelga, lo que parece innegable es que el malestar de la ciudadanía se trasladó, masivamente, a las calles y no a los puestos de trabajo. Ayer, el secretario general de CCOO en Aragón, Julián Buey, era elocuente al afirmar que en el 14-N "quedó patente el apoyo de la población y su rechazo a las políticas que este Gobierno va desarrollando". Respecto a las cifras de seguimiento dijo que "es relativamente fácil manipular los datos de la huelga pero es imposible ocultar la manifestación de por la tarde, en la que quedó patente la indignación, el cabreo y la preocupación de los ciudadanos", indicó Buey.

Desde la Confederación de Empresarios de Aragón (CREA), su presidente, Jesús Morte, reconoció que la manifestación de Zaragoza fue "masiva". "Nadie puede dudarlo", y añadió que en la misma había "todo tipo de ciudadanos". Sobre la huelga general, consideró que se trata de una herramienta que "ha de usarse con precaución, equilibrio y ponderación" y no vio lógico convocar dos paros generales en solo ocho meses. No obstante, consideró que "el Gobierno debe de tomar buena nota del descontento social", ya que se percibe un "distanciamiento importante" entre la sociedad y las estructuras políticas.

Ayer, el secretario general de UGT Aragón, Julián Lóriz, aseguró que "el Gobierno debe rectificar y dialogar con la sociedad". Y añadió: "No escuchando a la población lo que hace el Gobierno es ahondar en la brecha social". Mientras, el consejero de Economía del Gobierno de Aragón, Francisco Bono, subrayó que la huelga y la manifestación "son cosas distintas" y apostilló que "la manifestación sí que la entiendo porque hay muchas personas con problemas de paro, de exclusión y con dificultades".

El presidente de Cepyme, Aurelio López de Hita, también opinó que es "evidente" que existe una "desproporción importante entre la jornada de huelga y las manifestaciones" y reconoció percibir un "descontento generalizado". A su juicio, el problema es que existe una "falta de liderazgo" y que "nadie (políticos, instituciones, agentes sociales...) es capaz de capitalizar ese descontento". Una de las razones que esgrime López de Hita es que existe una "falta de ejemplaridad" por parte de quienes debían ser los referentes de una sociedad que parece caminar sin rumbo y desorientada.