EGobierno de Juan Alberto Belloch ha pasado en dos años de hablar de grandes eventos como Expo Paisajes y las Olimpiadas de Invierno a centrar en el riesgo de exclusión, la protección social y la necesidad de que nadie se quede sin comer su hilo argumental para defender su gestión al frente del Ayuntamiento de Zaragoza. La reestructuración de su equipo y la negativa de CHA e IU a entrar a formar parte de él abrieron una larga travesía en la que el PSOE tiene que defender en solitario un programa que, una vez finalizada la construcción de la línea del tranvía Valdespartera-Parque Goya, está carente de grandes proyectos de ciudad. Ni el ramal de Delicias, que parecía el obvio eslabón de enganche al inicio del mandato, sirve para generar otros alicientes que no sean la mera resistencia a los ataques que desde otras instancias se reciben, tanto a su propia autonomía como al bienestar de los ciudadanos. Los mismos que siempre llaman primero a la puerta del consistorio en caso de necesidad.

Belloch se vio forzado a crear un Gobierno más amplio con sus propios ases --entraron los concejales Roberto Fernández y Lola Ranera--, después de que los partidos minoritarios que le auparon de nuevo al poder prefirieran un segundo plano que les permite conjugar su papel de apoyo --el ya clásico 16-15 en las votaciones en el pleno-- con el de oposición más dura en cuanto los socialistas se salen del tiesto que quiere la izquierda para la capital aragonesa.

El tripartito que nunca llegó a ser tal tiene un enemigo común con el que hacerse fuerte: las políticas del PP a nivel nacional y autonómico. Y con un grupo municipal conservador tan debilitado porque su líder, el diputado-concejal Eloy Suárez, es capaz de levantar la mano para una reforma laboral que ha disparado las cifras del paro en España y, meses más tarde, pedir en Zaragoza un pacto por el empleo. Así que el y tú más se ha convertido en la máxima expresión de la falta de alicientes. Los debates nacionales --e internacionales-- se han apoderado de los plenos, eternos como nunca y productivos en contadas ocasiones.

¿Puede Zaragoza pasarse dos años más sin plantearse grandes retos a corto plazo? El PP se hace fuerte en este inmovilismo inversor. Y es capaz de rechazar la ampliación de la línea del tranvía a Delicias, donde residen más de 100.000 zaragozanos, al mismo tiempo que condiciona su apoyo para evitar la paralización de Arcosur a la prolongación de la línea hasta el nuevo barrio que por fin han estrenado las primeras 2.000 familias. CHA e IU piden más y más supeditando su respaldo a los presupuestos (o a la presión fiscal) a proyectos propios --sin ser Gobierno, gobiernan--. Y el PSOE les recuerda a todos la prohibición de iniciar cualquier nueva inversión mientras siga vigente el crédito que sirvió para sanear el cajón donde dormían más de 170 millones de euros en facturas.

Pero nadie abre el melón de los debates que no cuestan dinero. Como la revisión del Plan General de Ordenación Urbana (PGOU) que defina el desarrollo a futuro de la ciudad. Los vecinos de Las Fuentes y San José todavía se sorprenden de cómo el cierre definitivo de la orla este ha pasado de ser objetivo prioritario a marchitarse con Expo Paisajes. Una muestra hortofrutícola que se iba a celebrar el próximo año, curiosamente. Habría facilitado mucho las cosas al alcalde llegar a unas elecciones después de un año de euforia. Del todo a la nada. CHA e IU se oponían a esa Expo, no a aclarar una discusión histórica. Más si no hay dinero ni para prolongar Tenor Fleta o campos de fútbol. Y con la Capitalidad Cultural perdida --último proyecto de consenso--, todo gira en torno al aumento de las ayudas de urgencia, el reparto de alimentos y la lucha contra la exclusión. A la fuerza.