Un «retroceso total» y no un «avance». Eso es lo que opina E. V. -una joven zaragozana que ha trabajado de azafata en grandes premios de motociclismo- acerca de la decisión de la F-1 de prescindir de las paddock girls para las siguientes citas del mundial. En ese sentido, abunda en que el machismo no está en vestir determinadas prendas, sino que se encuentra «en el que mira una mujer en short» y ve «algo más» que una chica atractiva al observarlas. «Tiene que ser una mente retrógrada», describe.

La joven, que estudia Diseño de Interiores, remarca que la profesión está «infravalorada» y que resulta erróneo pensar que su actividad solo consiste en estar en la parrilla como un florero, un término que repudia. En ese sentido, reivindica que se llevan a cabo muchas más funciones y, para ello, buscan perfiles con dominio de idiomas. Además, remarca que ser azafata le ha permitido compaginar sus estudios y ganar dinero. Un trabajo que, además, le ha dado la oportunidad de viajar y en el que nunca ha sentido ningún tipo de acoso. «Te tratan y cuidan súper bien. Vives el mundo del motor de una manera que como espectador es imposible», señala.

Así, cuando encuentra comentarios que se compadecen de estas profesionales porque consideran que no tienen más oportunidades profesionales que este oficio, afirma que, «de pobrecitas, para nada», ya que, relata, no son personas desvalidas, sino que tienen formación y otros trabajos en la mayor parte de los casos.

Por todo ello, considera que la decisión puede ser «el primer paso de algo grave», de un tipo de planteamientos que «igual luego prohiben los uniformes de las jugadoras de voleibol». Para terminar, resalta que esta decisión no ha contado con el punto de vista de las azafatas: «A nosotras no se nos ha preguntado».

Una opinión muy similar es la de I. C., una chica de la capital aragonesa que, como E.V., ha ejercido funciones de azafata en el circuito de Motorland. Desde su punto de vista, no entiende «porqué se tienen que inmiscuir» cuando se trata de un trabajo que se ejerce de forma voluntaria. Actualmente, la joven compagina este desempeño con sus estudios de Derecho y Administración y Dirección de Empresas (DADE); «El sueldo que se paga es una barbaridad», afirma.

Como E.V., recalca que para trabajar de azafata no solo miran el aspecto, sino que también tienen en cuenta la formación y los idiomas y, de nuevo coincidente con su compañera, destaca que su función «no solo es estar ahí».

Acerca de la paridad en este puesto de trabajo, afirma que no funciona. En ese sentido, piensa que a lo mejor hay que mirar al otro lado, a la sociedad, para saber por qué no ha funcionado, y no culpar solo a una parte.

También coinciden en el enfoque sobre la reciente sentencia que condena a una marca y una agencia de modelos por el trato que recibieron las azafatas del torneo de tenis Conde de Godó de Barcelona el año pasado. Acerca de este caso, se muestran conformes con el hecho de que, si efectivamente así fue, estas empresas sean sancionadas. Sin embargo, coinciden que su enfoque pasa por considerar el problema como un conflicto laboral consistente en un mal trato al empleado que se puede dar en cualquier otro sector.