La fuga de cerebros de España es un "topicazo", dijo el 13 de febrero Alejandro Fernández, portavoz de ciencia del PP en el Congreso. Que se vayan investigadores españoles es "buenísimo", ya que vienen investigadores extranjeros, dijo el 12 de julio Luis de Guindos, ministro de Economía, cuya cartera incluye la política científica. Pero los datos no respaldan estas palabras.

De entre 400 científicos españoles en el extranjero, los que creen que van a volver no llegan a uno de cada diez. Así lo apuntan los resultados de Fuga2, un proyecto de periodismo de datos llevado a cabo por un equipo de EL PERIÓDICO (Elisa Vivas, Francisco José Moya y Michele Catanzaro) y galardonado con el premio InnovaData de la Fundación Civio y el BBVA.

CUESTIONARIO

El proyecto pone de manifiesto que la falta de oportunidades generada por los drásticos recortes a la ciencia ha creado una barrera infranqueable para el regreso de los científicos que se fueron al extranjero para completar su formación. El pasado 21 de mayo, los autores del proyecto pusieron en circulación en internet un cuestionario para científicos españoles que trabajan en el extranjero "a causa de la crisis". En tan solo cinco semanas, 399 investigadores respondieron. La mayoría de ellos (69,1%) cree que no volverán a España, el 32,4% dice no saberlo y tan solo el 7,5% cree que acabará regresando. "Por muy bien que me vaya en el extranjero, no hay mucho donde elegir en España: si vuelvo es porque habré dejado la ciencia", escribe Javier, biólogo de Sevilla afincado en Cambridge.

No existen datos sobre cómo la crisis ha alterado los flujos migratorios de investigadores. Las autoridades consulares españolas no piden ni siquiera que los residentes en el extranjero declaren el nivel de estudios. Según el informe Innovacef, solo el 20% de los 227 científicos españoles en el exterior encuestados considera que podrían regresar.

En todo caso, son varios los indicadores que apuntan a que la fuga de cerebros es real. El personal empleado en I+D se redujo en España un 3,1% en el 2011, que también fue el primer año en décadas con saldo migratorio negativo. En el 2012 nacieron organizaciones de científicos españoles en Alemania y en el Reino Unido, en parte con el objetivo de cohesionar unas comunidades en crecimiento. Ante este cuadro, resulta muy improbable que la pérdida de talento en España se compense con un ingreso de talento extranjero.

La inversión estatal en ciencia se dobló en la década anterior a la crisis, pero desde el 2009 el presupuesto se ha desplomado en un 39%. Esto se ha reflejado en un bajón notable en las oportunidades de trabajo para los investigadores. En el 2008, el Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) ofertó 267 plazas: en el 2013, solo 13.

Al formar su Gobierno, Mariano Rajoy eliminó el Ministerio de Ciencia, convirtiéndolo en una secretaría de Estado adscrita al de Economía. Sin embargo, quien parece tener la última palabra sobre los gastos científicos es el ministro de Hacienda, Cristóbal Montoro. A lo largo del último año, Montoro ha bloqueado la asignación de fondos a algunas de las principales convocatorias de plazas y de financiación. Los retrasos en estos pagos podrían traducirse en un año perdido para la ciencia.

Ante esta situación, queda claro por qué 141 de los 399 científicos encuestados consideran la "falta de oportunidades" como la principal razón de su exilio. Para ellos, el problema no es irse al extranjero, sino no poder volver. "Me fui a Japón y a Inglaterra con la idea de volver con los conocimientos adquiridos, para devolver algo de lo que se invirtió en mi educación", explica Alberto, un físico de Pontevedra que ha decidido quedarse en el Reino Unido.

Entre los encuestados, 110 apuntan como motivación la precariedad del trabajo científico en España, comparado con los mejores salarios y condiciones para investigar de otros países. "Aquí, tanto a la hora de trabajar como a la hora de cobrar, se me trata como un ingeniero, no como un becario", afirma Eduardo, un químico de Madrid afincado en Alemania. El bloqueo de las convocatorias ha cerrado la puerta a varios investigadores. "La financiación que pedí tardó más de un año en resolverse. Busqué en otros países, donde conseguí con rapidez una plaza de posdoctorado", dice Alicia, una bióloga de Barcelona instalada en Francia.