--El presupuesto de la Universidad de Zaragoza para 2017 asciende a 267 millones de euros gracias al acuerdo de financiación alcanzado con el Gobierno de Aragón que permite aumentar en 4,68 millones la transferencia básica. Las noticias son positivas. Llueve menos.

--Mucho menos. Realmente, estoy muy contenta porque la senda que se inició el año pasado con el anterior equipo rectoral marcó una tendencia que invertía la decreciente de años anteriores. Y eso está teniendo continuidad, lo cual es muy positivo.

--¿Cuál es la situación económica actual de la Universidad de Zaragoza?

--La DGA asumió la deuda a largo plazo que la universidad había adquirido debido al parón de financiación a pesar de que teníamos proyectos en marcha y obras a pagar. Esa cantidad de la que se hizo cargo el Gobierno de Aragón fue de 22 millones de euros. La deuda a corto plazo es de 17,2 millones pero hemos amortizado 2,2 en lugar de los 1,5 previstos, con lo que se queda en 15 millones. La idea es seguir amortizando deuda. Antes del 2010, la universidad nunca había estado endeudada, pero vamos mejorando la situación. De hecho, parte del incremento previsto para el año que viene, alrededor de 2 millones, se destinará a amortizar deuda por lo que, a finales del año 2017, la previsión es reducirla en otros 2 millones más.

--¿Es posible establecer un plazo para acabar con esa deuda?

--Desde luego, será difícil a lo largo de los cuatro años de este mandato. El acuerdo de financiación rubricado con el Gobierno de Aragón establece un incremento de la financiación a partir del 2017 pero, aparte de las perspectivas de amortizar la deuda, la Universidad de Zaragoza necesita costear todas sus actividades docentes o de investigación. Por eso, nos preocupa amortizar, pero también hay que dar una educación de calidad.

--La crisis golpeó duramente a la institución. ¿Hasta qué punto?

--La crisis hizo estragos. Fueron unos años de horror y la universidad estuvo muy ahogada durante varios ejercicios, de los más duros de su historia. Su financiación seguía aumentando en los años anteriores y la Universidad de Zaragoza se iba acercando a la media europea, pero estos últimos años fueron demoledores.

--Con demanda a la DGA incluida.

--Afortunadamente, el modelo firmado el año pasado supuso la eliminación de esta demanda judicial por incumplimiento del acuerdo de financiación. Las relaciones han vuelto a su cauce, aunque lo cierto es que nunca se dejaron de pagar nóminas o a proveedores. Esa deuda enorme de la universidad mermó, eso sí, el funcionamiento en cuanto a investigación u obras, pero, salvo en lo que respecta a la Facultad de Filosofía y Letras, lo demás se ha ido paliando. Ahora, además, la adjudicación del proyecto para la reforma de Filosofía está en marcha, así que todo va mejor. El acuerdo con el Gobierno de Aragón ha mejorado mucho la vida del campus. Hay que tener en cuenta que la DGA aporta el 65,6% de la financiación de la universidad.

--En todo caso, el plan de racionalización del gasto puesto en marcha a finales del 2012 sigue vigente. ¿Hasta cuándo?

--Es indispensable dar continuidad a este plan porque seguimos debiendo 15 millones de euros. La crisis descubrió que se estaban haciendo gastos innecesarios en toda la sociedad, con un ritmo de vida distinto. En ese sentido, se puede decir que nos vino bien la crisis para poner los pies en el suelo y llevar a cabo un gasto mucho más racionalizado manteniendo los niveles de calidad. Desde finales del 2012 se han ahorrado más de 21 millones de euros entre captación de ingresos y racionalización de gasto. Por eso, se decidió aprobar un nuevo plan, ya que el anterior expiraba en el 2016, sin fecha límite y que se pueda derogar cuando sea necesario.

--También se ha aumentado la consignación de la partida destinada a la dotación de becas rector. ¿Se apuesta por esta medida antes que bajar las tasas?

--En estos años anteriores decidimos aumentar la partida para becas para compensar los exigentes requisitos impuestos desde el ministerio. Hemos subido 150.000 euros y la cantidad de esta beca pasa a ser de 450 euros para grados y másteres. Los alumnos piden siempre bajar las tasas, pero creemos que es más equitativo mantenerlas y aumentar la política de becas. También somos conscientes de que el Gobierno de Aragón pretende mejorar su política de becas de cara al 2018.

--Por fin hay dinero para acometer obras, aunque la reforma integral de Filosofía y Letras sigue sin tener un plan concreto, aunque ya se conoce la adjudicataria del proyecto.

--El nuevo modelo de financiación incluye un contrato programa para obras de 2,5 millones al año y para el 2017 se destinan 500.000 euros con los que se va a financiar el proyecto de reforma de Filosofía y Letras. En total son casi 3 millones. No es lo que quería la universidad, pero es a lo que la DGA puede comprometerse. La universidad está muy confiada en resolver el tema de Filosofía y cerrar en los primeros meses del 2017 un nuevo contrato programa para la reforma de 20 millones. También se pretende acortar los plazos y acometer la remodelación de una sola vez, es decir, el derrumbe del pabellón de Filología y la reforma de Filosofía y Letras a la vez, y no por separado.

--La investigación también respira, de momento.

--La crisis también redujo considerablemente los fondos para investigación pero, a pesar de eso, los grupos han ido sacando trabajos como han podido. No podemos saber qué habría pasado con más dinero, pero nos quedamos con la buena noticia de la firma del pacto por la ciencia, que supone alcanzar la financiación media española.

--¿Le preocupa algo especialmente de la actual situación económica de la Universidad de Zaragoza?

--No me inquieta nada especialmente. Estoy bastante satisfecha y firmemente decidida a que esta financiación sea suficiente para el 2017. Si tuviera que describir la actual situación en una sola palabra diría que está despegando.