Pero la relación con el teléfono también ha cambiado con la voz, que ha ido más allá de las frías instrucciones del navegador GPS. Como dijo Arthur C. Clark, «cualquier tecnología suficientemente avanzada es indistinguible de la magia». Muchos lo recordarían cuando el 4 de octubre del 2007, los ejecutivos de Apple presentan para el iPhone 4S, un asistente virtual para el iPhone que no solo resolvía preguntas del usuario y operaba los comandos del teléfono por él, sino que respondía con ingenio e incluso seguía las bromas. Era la unión de la inteligencia artificial y el big data aplicado al reconocimiento del lenguaje. Nuance, la compañía que desarrolló Siri, había logrado superar los dos principales escollos que se encontraban hasta entonces los programadores: la potencia de cálculo de la máquna y el poder trabajar con la expresión de un solo usuario.

No solo Jobs, del que Brian Merchant explica que hizo de Siri su forma de comunicarse con su equipo durante los últimos días de su enfermedad, hablaba con el teléfono. El director Spike Jonze filmó en Her (2013) el amor entre un programador y su asistente virtual. Y muchos empezaron a fantasear con relaciones entre robots y personas sino con máquinas que no veían. La voz promete ser también la próxima frontera biométrica, como la huella o el iris. El primer paso hacia ello en móvil vino también con el sensor de huella digital del iPhone 6, aunque pronto se demostró que no era capaz de distinguir un dedo de un pezón por ejemplo. Problemas que mejoraron las versiones posteriores.