Como en las salas de espejos de los parques de atracciones, la gala de los premios Goya lleva 30 años ofreciendo una imagen deformante del país y sus cuitas. En este tiempo hubo ocasión para lucir pegatinas contra guerras tramposas, mostrar manos blancas contra barbaries terroristas y discutir de porcentajes de IVA. Bien mirada, la historia reciente de España podría explicarse repasando los personajes que desfilaron por la alfombra de la entrada y escuchando de nuevo sus declaraciones.

La ceremonia de este año respetó ese guion. Prueba de que el país ha cambiado mucho en estos años es que anoche la atención en el paseíllo de los flases la acaparó la pareja del cuché más buscada del momento y el grupo de políticos que estos días negocian quién será el nuevo presidente de Gobierno. Por cierto, tras las excursiones por el círculo cromático de ediciones pasadas, la alfombra volvió a ser de nuevo de color rojo. ¿Otro signo de los nuevos tiempos que vive el país?

La entrada a la ceremonia tuvo dos partes. La primera, protagonizada por la gente del cine, estuvo dedicada a cruzar las últimas apuestas y desearse suerte unos a otros entre besos y escotes de infarto, pero la anunciada presencia de los líderes políticos se colaba en todos los comentarios. ñSeguimos en periodo electoral y han venido por la tele. A ver quién de ellos vuelve el año que vieneO, dejaba caer Luis Tosar. ñNosotros hemos venido por Mariano. Por Mariano Ozores, no por RajoyO, declaraban chuscos Fernando Esteso y Andrés Pajares en referencia al único presidenciable que anoche faltó en el escaparate de los Goya.

El momento de los flases discurría con normalidad, rota únicamente por los sustos que causaron Victoria Abril y su peinado afro, cual duquesa de Alba resucitada, y Óscar Jaenada y su look D'Artagnan. A sus 93 años, Antonia Guzmán, la abuela del director Daniel Guzmán y candidata a un Goya como actriz revelación, confesaba: ñEstoy mareada con tantas luces, ¿pero nerviosa? No, a mí esto ya me llega demasiado mayorO.

De repente, alguien gritó: ñ¡Que llega la Preysler!O, y el paseíllo se aceleró, los flases se multiplicaron y los micrófonos se apretujaron para levantar acta de un instante histórico: la primera visita de la reina de corazones a la fiesta del cine español. Llegó acompañando a su pareja, el Nobel Mario Vargas Llosa, que tenía que entregar un premio en la ceremonia y ofreció información relevante para las revistas del ramo: ñSi tengo que destacar un rasgo de Isabel, me quedo con su extraordinaria simpatíaO, declaró el escritor interrumpido por un grupo de fans de Pablo Alborán que se colaron por una ventana para hacerse un selfie con su ídolo.

Y llegó el otro momento morboso de la velada: ver aparecer juntos a Pedro Sánchez, Pablo Iglesias, Albert Rivera y Alberto Garzón por la alfombra de los Goya. El encuentro daba para hacer chistes, y los propios no los evitaron. ñDebo daros una exclusiva: Pablo viene con esmoquinO, anunciaba Sánchez entre risas y sin corbata, mientras lanzaba un guante al líder de Podemos. ñA la película de los pactos le pondría de título: Ahora o nuncaO.

Iglesias confesó que la idea del esmoquin había sido de Antonio Resines, presidente de la Academia, y aunque insistió en que anoche no tocaba hablar de pactos, aprovechó para lanzar: ñAhora que algunos de la vieja política se quitan la corbata, yo me he puesto pajarita en honor al cine españolO. Minutos antes había pasado por allí el embajador de China, otro inédito en los Goya. Hace 30 años, estas cosas no pasaban.