Con el realojo de los vecinos desplazados por la amenaza del fuego, las Altas Cinco Villas luchaban ayer por recobrar la normalidad. Lo hacían entre estimaciones de superficie quemada y con el consuelo de la solidaridad que, como es habitual en los desastres, ha aflorado en la comarca para acoger a los refugiados y ayudar a los efectivos de extinción. Un operativo que, coincidían los alcaldes, ha sido impecable.

ASÍN

El día que comenzó el incendio en Asín había 150 personas, entre vecinos y gente que fue a pasar el fin de semana a este municipio. Todos se vieron obligados a dejar sus casas, pero ayer, antes incluso de que la DGA levantara la prohibición, volvieron. Su alcalde, Rogelio Garcés, no se lo podía creer, mientras miraba desde un alto de su municipio el paso de las llamas por sus alrededores. "Menos mal que el río Farasdués nos ha hecho de barrera natural porque no me quiero ni imaginar si el fuego lo llega a saltar, ahora estaría todo quemado", lamentaba.

Garcés quiso destacar el "gran trabajo" de las cuadrillas antiincendios y de los vecinos "que, a pesar de estar la carretera cortada, utilizaban los caminos forestales e iban a refrescar la zona gracias a que todo el pueblo está rodeado cada 25 metros con tomas de agua".

Aunque con olor a quemado, ayer las calles del pueblo volvieron a estar llenas de gente tomando la fresca.

ORÉS

"Una solidaridad de diez en la comarca", en palabras del alcalde de Orés, Antonio Campos, que recorría los campos tras haber supervisado la vuelta de los vecinos a la localidad. En particular la de los internos en la residencia de ancianos, acogidos en Luesia, a cuyos vecinos quiso "agradecer profundamente" la ayuda prestada. Campos aseguraba que el pueblo vivía la jornada de ayer con "tranquilidad", con el fuego "estabilizado y controlado", e iba recorriendo los campos de pinos quemados y alguna que otra paridera destruída. "La desolación es importante, el sistema ecológico ha quedado destrozado", lamentaba.

LUNA

Los vecinos de Luna han vivido el incendio con algo más de tranquilidad, porque según explicaba su alcalde, Luis Miguel Auría, el fuego nunca llegó a amenazar con invadir el casco urbano. Pero sí fueron testigos de excepción del inicio del fuego el sábado.

Particularmente él, que estaba en la finca de su suegro en la que estaban cosechando cuando "empezó a echar humo, y el viento lo empujaba". En un momento, explicaba ayer, arreciaron llamas "increíbles", de varios metros de altura. El alcalde reconocía que "probablemente" la cosechadora pudo causar el incendio, pero será el Seprona quien lo determinará.

En lo que no escatimó elogios fue en el operativo, que "al momento" contaba ya con helicópteros y retenes, un fuego "incontrolable, ya podía haber venido quien fuera".

En cuanto a las hectáreas de pino carrasco, confió en que tras la limpieza "saldrán como pelos en la cabeza", por las particularidades de la especie. Con el cereal, confía, se apañarán el año que viene.

FARASDUÉS

En este municipio, su alcalde, Juan Miguel Alastuey, destacaba que poco a poco la tranquilidad ha llegado a sus calles, la mayoría vacías por el intenso calor de ayer. Ya no había personas en la parte más alta observando los campos y el monte quemado. Por ello, muchos de los habitantes decidieron pasar el día en la piscina y así intentar olvidar lo ocurrido.

BIOTA

El alcalde de Biota, Ezequiel Marco, con la voz de la experiencia de bombero forestal y la responsabilidad de la protección civil comarcal, alababa un operativo que ha logrado "evacuar a 1.500 personas sin que pasara nada", incluídas las de su pueblo y la pedanía de Malpica de Arba, los primeros. "No sé ni cómo ha podido salir tan bien", se sorprendía.

Recordaba cómo decidieron rápidamente la evacuación del pueblo, con la gente "nerviosa" pero comprensiva cuando el humo comenzó a llegar al pueblo. "Y los que no pudieron los llevamos en bus a Sádaba y Ejea", recalcaba. Allí, "los trataron muy bien, la gente me lo ha recalcado, es algo que no se paga con dinero el que te acojan con esta hospitalidad", aseguraba.

La solidaridad la devolvieron en parte las vecinas de la asociación de mujeres Montes Blancos, que ayer se dedicaron a preparar bocadillos para los vecinos, brigadistas y trabajadores. "La ayuda es lo mejor de estas situaciones, te das cuenta de que el ser humano es excepcional".

En Biota, ayer, la situación estaba mucho más tranquila y controlada, después de haber podido "descansar, relativamente", tras el "infierno" de la noche del sábado. "No ha afectado al casco urbano ni a las granjas y ya se ha quemado lo que había", explicaba Ezequiel Marco.

Salieron con el doblar de campanas, porque aunque protección civil recorría las calles avisando "aquí la gente, hasta que no oyó al sacerdote, bandeando las campanas no se convenció", afirmaba el primer edil Marco.

Su preocupación eran las cosechas, arrasadas. "Es alucinante, no ha quedado nada de nada, los de Agroseguro se tendrán que creer que están sin cosechar, que lo estaban, porque no ha quedado nada", insistía.