Cada vez que Aragón se rebela por quedarse excluidos de una oferta de Renfe la discusión siempre se desarrolla en los mismos términos. La operadora habla de las 31 ciculaciones diarias a Madrid y 20 a Barcelona, de que solo «ocho o nueve» pasan de largo, o de que llegará seguro. No se sabe cuando, pero llegará. O de que otras ciudades por las que no pasará dicen lo mismo. Pero es que la comunidad autónoma no le niega la oferta, le explica su demanda: los 2,5 millones de viajeros que cada año Aragón aporta al AVE, que uno de cada seis usuarios sube o baja en Delicias, y sobre todo que su situación, cuando se habla de mejoras entre Madrid y Barcelona, no es comparable a Sevilla o Valencia porque, básicamente, Zaragoza está de camino. La discusión es por qué no parar, si pasa igualmente por ella.

Es una decisión que el Ministerio de Fomento descarga todo el peso en la operadora, Renfe, ya que en estos casos sí conviene apelar a sus criterios técnicos y empresariales, pero es el ministro Íñigo de la Serna el que anuncia en El Prat que el nuevo EVA pasará solo por allí, por Madrid y Tarragona. ¿Por qué Tarragona y no Zaragoza? De nuevo, vuelta a los criterios técnicos. Y es ahí donde Aragón vive ese constante dèjá vu con Fomento y Renfe. ¿Por qué no poner bonos cuando se estrenó el AVE? Por razones técnicas y económicas. ¿Por qué no adecuar los horarios del Avant de Calatayud a los que los bilbilitanos pedían? Por lo mismo. ¿Por qué no hacer un servicio lanzadera entre Zaragoza y Lérida? Ídem.

Con el último episodio de esta relación con sobresaltos se vivió no hace mucho: con el estreno del AVE a Francia. De repente la compañía gala SNCF y el Adif españos se pusieron de acuerdo en conectar el AVE con el TGV y así unir la línea de Madrid-Barcelona, con su recién estrenada ampliación a Gerona y Figueras, con la red al otro lado de los Pirineos y dos destinos finales, Marsella y París. Un gran avance, obviamente. Infrautilizado, sin duda. La realidad es que hoy, a París se sigue sin poder viajar desde Zaragoza, sin hacer transbordo en Barcelona -tampoco Madrid puede, eso sí-, y el tren de Marsella se consiguió que pasara por primera vez por la estación de Delicias el 6 de julio del 2014, siete meses después del estreno de la línea.

Entonces no se hablaba de pruebas piloto, ni de tests experimentales como ahora, pero la ministra Ana Pastor se tuvo que escuchar el mismo eco que ayer recibiría De la Serna. Porque, básicamente, Aragón sigue sin entender que un tren que va entre Madrid y Barcelona no pare en Zaragoza. Por razones técnicas o económicas, de nuevo.

13 años después era cierto

Pero es que, además, el ejemplo del EVA del 2019 hace que muchos echen mano de la hemeroteca para rescatar lo que un día Aragón dijo sobre el AVE: que podía ofrecerse más económico. Entonces se constituyeron plataformas incluso -Por un AVE más barato-, se eliminaron trenes alternativos que eran más asequibles y el malestar era por ver ese artículo de lujo que hoy, 13 años después, resulta que sí se podía. Pero la fiesta de nuevo se frustra porque Renfe decide probarlo en Tarragona, no en Zaragoza. Por razones técnicas o económicas.

Y suma y sigue en este diálogo de sordos con la operadora. Que tiene en sus manos todos los datos de Zaragoza, que le reporta cada año el 17% de los pasajeros totales de la línea de alta velocidad con más usos de España, con 2.000 personas al día yendo a Madrid y 1.500 a Barcelona, un promedio que convierte a sus tramos en unos de los más rentables del país.