Ocho meses después de Saint Denis, las terrazas del este de París y la sala Bataclan, dieciocho meses después de Charlie Hebdo, Montrouge y el supermercado judío de la Puerta de Vincennes, Francia ha vuelto a sufrir el zarpazo del terror. Otra vez están los símbolos en el punto de mira. La fiesta nacional del 14 de julio, los valores republicanos y el paradigma del turismo desde los años de la Belle Époque.

El ataque perpetrado la noche del jueves en Niza, mientras unas 30.000 personas asistían a los fuegos artificiales en el famoso Paseo de los Ingleses sumió a la ciudad en un estado de shock. Todo el país está conmocionado por una carnicería que ha dejado un balance provisional de 84 muertos.

La masacre cometida con un camión por Mohamed Lahouaiej Bouhlel, un tunecino de 31 años residente en Niza, un delincuente común no fichado por vínculos con el radicalismo islamista, ha sacudido a la clase política y a la sociedad francesa, obligada a asumir que vive bajo una amenaza que puede golpear masivamente en cualquier momento, a pesar de la omnipresencia de las fuerzas y cuerpos de seguridad que superaron con éxito la prueba de la Eurocopa. Mientras el primer ministro, Manuel Valls, aseguraba que el autor de la matanza es «un terrorista sin duda ligado al islam radical», el ministro del Interior, Bernard Cazeneuve, más cauto, rechazaba en TF1 vincular a Lahouaiej con las redes yihadistas.

PRIMERAS MEDIDAS

Tras conocer el ataque, el presidente francés, François Hollande, anunció en la madrugada del viernes las primeras medidas. El estado de emergencia decretado el pasado 13 de noviembre tras los atentados de París será prorrogado tres meses más, aunque el propio Hollande había previsto poner fin a esta situación excepcional el próximo 26 de julio, una vez finalizado el Tour de Francia.

En las filas de la oposición, muchas voces reclaman ya convertir en permanente un instrumento que permite realizar registros administrativos sin orden judicial previa o proceder a arrestos domiciliarios. No obstante, la eficacia del estado de emergencia se ha puesto en duda por la comisión parlamentaria que investigó los atentados de noviembre. Los diputados denunciaron graves fallos en la coordinación de los servicios de inteligencia y propusieron crear una agencia que centralice toda la información similar a la que puso en marcha Estados Unidos tras el 11-S.

El Estado recurrirá también a los reservistas de la Gendarmería nacional para mantener a largo plazo un nivel elevado de vigilancia y reforzar el control de fronteras. Además, el Ejército francés seguirá golpeando las posiciones del Estado Islámico en Siria e Irak.

Pero es dudoso que estas medidas den sus frutos, a la vista del número de jóvenes franceses que sucumben a los cantos de sirena de la yihad. El Gobierno tiene censadas más de 9.000 personas por radicalismo violento y es el país europeo que más nutre las filas del Estado Islámico. Para el especialista en yihadismo Gilles Kepel, la clase política no ofrece la respuesta adecuada que pasaría, a su juicio, por una gran movilización de la multicultural sociedad francesa.

UN BLOQUE

De momento, Manuel Valls ha apelado al «espíritu del 14 de julio», como hizo tras los atentados de enero del 2015, para reclamar la unidad de la nación en torno a los valores republicanos y evitar el espectáculo de los reproches partidistas. «Hay que ser un bloque», dijo el primer ministro al término del Consejo de Defensa celebrado en el Elíseo.

La misma cohesión que exigió François Hollande durante su visita a Niza para confortar a los heridos y agradecer la labor de los equipos que socorrieron a las víctimas. Apenas 24 horas después de la tragedia, a los mensajes de pésame le siguieron las críticas procedentes de la derecha cuestionando la polítca antiterrorista del Gobierno.

«Si se hubieran puesto todos los medios, el drama no se habría producido», le lanzó el exprimer ministro Alain Juppé, bien situado para encabezar el cartel de su partido en la carrera hacia el Elíseo del 2017. El presidente del Consejo regional Provenza-Alpes-Costa Azul y antiguo alcalde de Niza, el conservador Christian Estrosi, aireó también que le había pedido a Hollande la víspera del atentado un plan de urgencia para mejorar las condiciones de trabajo de la policía.

«El mundo sabe que somos un país fuerte, capaz de superar todas las pruebas. No es mi papel desviarme del compromiso de proteger a los franceses», les respondió el presidente.