El escrutinio de votos difundido por el Gobierno catalán al filo de la medianoche arrojó un dato significativo: el dato de participación fue similar, incluso un poco más bajo, que el aportado en la consulta del 9-N del 2014.

Según el Ejecutivo catalán, pudieron votar 2.262.424 catalanes, cifra que supone el 42,34% del censo convocado, que era de 5.343.358 personas. Este registro es sensiblemente inferior al que obtuvo el soberanismo tres años atrás, cuando acudieron a los colegios electorales 2.344.828 votantes, 82.404 más que en el 1-O.

Hay que subrayar que en el recuento del domingo no se computaron los votos de los colegios electorales clausurados por los Mossos, la Policía y la Guardia Civil: unas 770.000 sufragios que hubiesen encaramado la participación hasta los tres millones (el 56% del censo).

El «proceso participativo» del 2014 solo movilizó a entre el 36% y el 42% del censo. La horquilla tiene su explicación. De acuerdo con las reglas fijadas por el Ejecutivo -entonces de CiU-, en aquella consulta alternativa podían participar todos los catalanes mayores de 16 años residentes en Cataluña; los que viviesen en el extranjero y se hubiesen registrado para votar, y todos los inmigrantes de 16 años o más con tarjeta de residencia en Cataluña. En total, algo más de 6,4 millones de personas. Sobre esa cifra, los 2.344.828 votantes del 9-N representaron un 36,6% de participación. Pero si se toma como censo los 5.510.853 catalanes que podían votar en las últimas elecciones autonómicas, el 27-S del 2015, el porcentaje de participación en el 9-N sobre censo electoral se situó en el 42,55%, dos décimas menos que en el 1-O y siempre por debajo de los estándares fijados por la UE para los referéndums de autodeterminación. Esta horquilla del 36% al 42% refleja muy bien el grado de movilización que ha recabado hasta la fecha el soberanismo cuando ha sido llamado a las urnas. Y es que entre la consulta del 9-N y los comicios del 27-S hubo similitudes muy elocuentes que dejaron patente el techo de cristal que los secesionistas no han conseguido romper del todo en el referéndum unilateral del 1-O. En números absolutos, el voto independentista sí ha crecido levemente. La suma de sufragios de Junts pel Sí y la CUP en las últimas elecciones, 1.966.508 papeletas, fue muy parecida a los apoyos que obtuvo el sí-sí en el simulacro de consulta del 9-N: 1.897.274. El pasado domingo los síes fueron 2.020.144. En porcentaje, el apoyo a la secesión de Cataluña atrajo el 9-N del 2014 al 34,42% del censo electoral; el 27-S del 2015, al 35,68%; y el 1-O del 2017, al 37,8%.

Participación

La suma de los votos el 27-S a las fuerzas partidarias de un referéndum (Junts pel Sí, Catalunya Sí que es Pot y la CUP), 2.334.121 apoyos, anduvo muy cerca de la participación total en el 9-N, que fue de 2.344.828 electores. En porcentaje, ambos registros representaron el 42% del censo electoral. En este caso no puede efectuarse la comparación porque en el referéndum del 1-O, a diferencia del 9-N, la pregunta era binaria, sin posibilidad de apoyar una tercera vía entre el sí y el no. Tanto en las elecciones del 27-S como en la consulta del 9-N, esa llamada tercera vía también se ha anotó marcas muy similares. En el «proceso participativo» del 2014, la suma de los votos que rechazaron la independencia en alguna de las tres fórmulas posibles (sí-no, sí-en blanco y no) ascendió a 362.848 sufragios. En las elecciones del 2015, Catalunya Sí que es Pot reunió 367.613 apoyos.

Sobre el total de votos emitidos, el independentismo no alcanzó el 50% de los votos en las últimas elecciones «plebiscitarias», pues se quedó en el 47,8%. En cambio, las fuerzas partidarias de un referéndum consiguieron el 56,74% de los sufragios. Exactamente el mismo porcentaje que representa la participación total en el 9-N (2.344.828) respecto de la participación en el 27-S (4.130.196).