El primer cáncer de mama lo tuvo en 1993, con 32 años. El de páncreas en el 2004 y el segundo de mama en el 2006. Ahora lleva un año luchando contra la metástasis. Han sido las células malas del primero --21 años después-- las que se la han reproducido en la cabeza, el pulmón y el hígado.

"Cuando me enteré del primer cáncer, solo se me ocurrió decirle al oncólogo que tenía dos hijas --entonces una de 10 años y otra de 5--", recordaba Carmen Florián, una superviviente que a pesar de su historial clínico no pierde la sonrisa, ni el humor y menos, las ganas de vivir. "En lugar de irme a una asociación me fui a bailar". Fue su mejor medicina anímica para afrontar la situación aunque, admite, que le dan "arrebatos" de enfado.

Le cuesta levantarse y sentarse. Anda dando pasos diminutos y ayudada por algún familiar. Tan apenas ve y le tiemblan las manos. Se ha convertido en una persona dependiente. "Ahora es cuando peor lo estoy pasando porque no puedo hacer nada sola". Explica que es la primera vez que necesita a alguien 24 horas al día. "Antes iba sola a ponerme los goteros". Dice que estaba convencida de que la metástasis llegaría. "Suele ocurrir. Estos 20 años han sido un regalo".

Pero con 53 años y tras haber superado tres cánceres su cuerpo no reacciona igual. El primer tratamiento fue experimental. "Me aislaban durante 20 días, me bajaban las defensas y dejaban que mi organismo las generara y me ponían el tratamiento". Entonces, se queda callada y añade: "Fue duro, muy duro".

Seis meses de quimioterapia y radioterapia que no dieron el resultado esperado. Pasaron 11 años y sobrevivió a un cáncer de páncreas y a una operación de ocho horas y el ingreso en la UCI de nueve días. "Me pasé más de una semana mirando por una ventana sola. Le pedía a los médicos que me sacaran de ahí y decían que tenía demasiadas ganas de volar". Lo peor, dice, fue no ver a sus hijas. La historia se repitió una tercera vez.

La mayor es portadora del "gen malo". "Me costó tomar la decisión de que se hicieran las pruebas porque temía que les afectara".

Desde hace un año está recibiendo quimioterapia, dosis muy bajas "porque tengo la médula ya muy afectada". Las sesiones de radioterapia para reducir el tumor de la cabeza terminaron, pero las secuelas siguen. Ahora no puede ir a bailar para evadirse. En cambio, lo hace cantándole a su nieta. Otro regalo de la vida que le da alas para volar.