Se podría asegurar que no quedó un solo rincón de Zaragoza por el que no pasara una procesión. La oferta era numerosa y atractiva, así que había dónde elegir. Por eso, la ciudad entera --o lo que queda de ella tras la salida de muchos hacia pueblos, playas u otros destinos de vacaciones-- salió a la calle para respirar Semana Santa. Fue una jornada de pasión colectiva. Ya fuera bajo un paso, tocando un tambor, luciendo capirote o desde la acera. Algo sagrado.

Hasta 14 cofradías procesionaron ayer en la capital aragonesa, la jornada más numerosa en cuanto a participación como corresponde a vísperas del día grande. Hoy, Viernes Santo, el recuerdo de la muerte de Cristo sumirá a Aragón en un atronador silencio, en un estruendo callado. Pero el de ayer fue un día eterno, como Dios manda. De hecho, se extendió hasta más allá de la madrugada por obra y gracia de las procesiones nocturnas que derrocharon devoción más allá del rigor de las manecillas.

Entre ellas estuvo la Cofradía de la Piedad, que, como siempre, partió a medianoche de la iglesia Santa Isabel de Portugal. "Siempre es especial, pero este año lo es mucho más porque celebramos el 75° aniversario procesionando con el Santo Cristo del Refugio y eso hace que la ilusión y los nervios sean todavía mayores", afirmaban varios cofrades casi al unísono.

Pero, para entonces, Zaragoza ya hervía en pasión. Más de una decena de procesiones habían completado ya su recorrido por las calles de la ciudad con una masiva afluencia de público. Sin rastro de lluvia, con el cierzo firmando una tregua y una buena temperatura, niños y mayores se agolpaban junto a los pasos.

La jornada comenzó temprano. La procesión del traslado de la Cofradía del Prendimiento llevó a su Vírgen de los Dolores desde la iglesia de Santo Tomás de Aquino hasta la de Santa Isabel de Portugal. Eran las 9.30 horas, pero ya por entonces la expectación era notable.

Las citas matutinas se completaron con las procesiones de la Exaltación de la Santa Cruz, la Cofradía de la Crucifixión del Señor, la Cofradía de la Verónica --que bajó una vez más las escaleras de la iglesia del Carmen-- o el vía crucis de la Cofradía de la Coronación de Espinas.

Hubo quien se recorrió varias de ellas. "Me gusta ver todas las que puedo. Por la mañana he estado en dos y por la tarde espero asistir a, al menos, tres más", avisó Jorge que, junto a su mujer y dos hijas, pregonaba a los cuatro vientos que no podía haber plan mejor.

Ya por la tarde, la oferta se multiplicó. La Cofradía del Prendimiento y la Procesión del Silencio acaparon protagonismo antes de que la irrupción de la noche y, con ella, un eterno desfile de pasos en el entorno de la Iglesia de San Cayetano.