Víctor Láinez, de 55 años, vivía en un piso de la calle El Turco del popular barrio zaragozano de La Magdalena, un distrito degradado en el pasado y que ahora se ha convertido en una zona cool de la capital. En él hacía su vida este hombre ya jubilado por enfermedad y que trabajó de operario de aire acondicionado. No había establecimiento en el que este hombre no fuera conocido y en el que lo describieran como un «bonachón».

La dueña de un restaurante especializado en brasa, casualmente en el que cenó en la noche en la que le mataron, reconocía estar conmocionada por este trágico desenlace. «Era una persona inmejorable, no se metía con nadie. Antes de hacer nada pedía permiso», señalaba.

De hecho, resalta que era tal su campechanía que si alguien le decía que tenía muy buena pinta su plato, le invitaba a probarlo para que, si les gustaba, pudiera también pedirlo.

Tirantes

Sobre el uso de los tirantes de la bandera de España, esta mujer, al igual que su hijo -que también trabaja en este restaurante- destacó que era habitual que los luciera, pero que «no es ser facha el amar a un país».

No era el único establecimiento en el que ayer recordaban con cariño a Víctor Laínez. En un bar de copas al que también acudía resaltan que era una persona «educada» y a la que nunca hubo que aplicar el derecho de admisión, al contrario. También destacaban que era una persona que huía de los problemas y que «hablaba con todo tipo de gente». «Lo que nos sorprende es que se sintiera molesto porque le insultaran por llevar unos tirantes con la enseña patria, porque se enorgullecía del país en el que vivía», recalcaban.

Tantos los hosteleros de la zona, muy transitada los jueves por el conocido Juepincho (oferta de tapa y bebida), como los vecinos del barrio mostraban su sorpresa por que un crimen de estas características se produjera en una de sus calles. De hecho, destacaron que tienen como residente al delegado del Gobierno de España en Aragón, Gustavo Alcalde. El único pero por parte de algunos de los habitantes es que el ruido existente en las puertas de determinados bares como El Tocadiscos, puesto que con la prohibición de fumar en el interior de los establecimientos muchos consumidores se ven obligados a salir al exterior.

La conmoción por la muerte de Víctor Láinez tambien se trasladó al colectivo motero de la capital aragonesa. Perteneció al grupo de Los Indomables y posteriormente de Los Templarios. Representantes de ambas asociaciones, así como del resto, no dudaron ayer en ir al cementerio de Torrero para ofrecer sus condolencias a los familiares de Láinez.

Uno de ellos, Juan López, presidente de asociación La Cantina Custom, reconocía «no tener palabras para describir lo que había ocurrido». «Era tan buena persona que no hay razón para que cuatro energúmenos hayan hecho esto», lamentaba visiblemente emocionado a la entrada al complejo funerario.

Otros compañeros suyos prefirieron guardar silencio y dejar paso a los abrazos. La mayoría de ellos decidieron lucir la enseña nacional en las mangas de sus chupas de cuero, además de colocar crespones negros en banderines rojo y gualdas situados en sus motos. Destacó uno de ellos porque decidió vestir unos tirantes con esos colores. Su particular homenaje antes de que hoy sea despedido en la localidad de Litago.