El navarro Patxi Mangado es el autor del diseño del Pabellón de España. Lleva a gala haber concebido todo un icono de la arquitectura moderna que para su construcción fueron necesarios 1,5 millones de euros menos de los que se presupuestaron al inicio, "el único con el que se ahorró dinero", sin sobrecostes que, para los tiempos que corren, tiene más mérito aún. Pero su alegría se debe ahora, más aún, porque el abandono que sufre su edificio está próximo a finalizar. De hecho admite que "hasta este año no he tenido una sensación real de que fuera a reutilizarse", una percepción que borra "el coraje y la angustia que daba" verlo año tras año con un futuro definido pero que no terminaba de arrancar.

No oculta que "alojar allí una Escuela de Arquitectura habría sido la mejor opción" y ahora admite que "aunque no tendrá el Instituto sobre el Cambio Climático que siempre prometieron, hemos logrado una adaptación para que tenga otros usos docentes y administrativos".

Lleva meses trabajando en un proyecto de ejecución que costará "dos millones de euros" a pesar de que "no habrá que tocar elementos estructurales y la intervención en él será mínima". Obras como instalaciones de servicios que ahora no tiene (como una red de fibra óptica y nuevas tecnologías), reponer suelos y reparar los desperfectos que se detectan y poner en marcha el perímetro del agua". Además, dice que no son muchas las piezas de cerámica, de ese bosque de columnas exterior tan característico, dañadas por el deterioro.

El pasado miércoles estuvo visitándo el edificio junto a responsables de Patrimonio del ministerio competente y afirma que "lo que más hay que hacer en él es limpieza por estar tanto tiempo abandonado, pero poco más". "El 98% de sus elementos está en buen estado de conservación", añade. Es fácil de recuperar porque "aunque nunca pensé que el parón que iba a sufrir fuera tan largo, lo hice previendo que tuviera una fácil adaptación".

Por último, agradece que la DGA haya apostado por declarar el conjunto arquitectónico de la Expo como Bien de Interés Cultural, algo "poco habitual por ser tan reciente" pero que él mismo se apresuró a felicitar por carta a la presidenta de Aragón, Luisa Fernanda Rudi.