--¿Qué supuso para usted el 15-M?

--Demostró la existencia de una nueva generación que no tuvo ocasión de intervenir en la conformación del llamado régimen de la Transición. Reivindicaban su propio espacio político y su derecho a opinar, lo que apunta a la necesidad de este país de iniciar una reforma constitucional.

--¿Cuál fue el detonante para que este movimiento tuviera tanta fuerza?

--Su irrupción tiene relación con la ruptura del pacto social que se produce con las políticas neoliberales de recortes y que ya se iniciaron años antes de la crisis. Las medidas de desigualdad se dan en los periodos de bonanza cuando la redistribución de la renta hacia las clases bajas no se produce. En cambio, sí que hay incrementos y exenciones hacia el capital y las grandes empresas, fundamentalmente de impuestos.

--¿Se logró romper el bipartidismo?

--Se deslegitimó el bipartidismo cuestionando la ruptura del pacto social que dio lugar a la Constitución del 78. La expresión más clara es la reforma del artículo 135 de la Carta Magna. Esto ya lo planteé en mis clases con antelación al 15-M como un golpe de Estado Constitucional en toda regla. Decir que no se podía reformar era un excusa para no dar pie a que las nuevas generaciones opinaran sobre el régimen político. Esto se hizo con nocturnidad y alevosía.

--¿Qué ha cambiado desde la acampada de los indignados?

--Los indignados levantaron el certificado de defunción del régimen de la Transición y pusieron en cuestión todas sus carencias, como las relacionadas con las políticas sociales o el necesario blindaje constitucional de los derechos sociales. Se planteó todo el problema de articulación del Estado, el federalismo, la independencia de Cataluña o los 140.000 muertos en las cunetas sin sepultura propios de la represión franquista. Son temas pendientes de la Transición y que a día de hoy siguen en plena vigencia.

--¿Qué aportó el movimiento?

-- La necesidad de luchar contra la corrupción, de aportar energías democráticas nuevas y de replantear y resetear esta democracia. Ha dado pie a que haya una generación joven muy implicada en todos los ámbitos, en movimientos sociales, medioambientales, artísticos... También ha salido a la luz la emergencia de los movimientos municipalistas donde se ve que la ciudad es un espacio claro de confrontación de estos antagonismos sociales producto de estas políticas económicas tan injustas y que vienen desde arriba de forma antidemocrática, desde la Unión Europea o el Banco Central.

--¿Qué queda de los indignados?

-- Está vigente y se está viendo porque el bipartidismo está muerto. El certificado de defunción se puso en esa fecha y ahora se está viendo con esta segunda vuelta de elecciones donde la arquitectura institucional del régimen de la Transición es la que ha posibilitado que no haya habido gobierno porque no está preparado para admitir esta diversidad y pluralidad.

--Se ha relacionado el 15-M con Zaragoza en Común (ZeC), ¿qué hay del movimiento en este Gobierno?

--Gran parte del espíritu del 15-M es recogido por ZeC, lo que no quita que no nos planteemos suplantar a los movimientos sociales. Cuando ocurrió el 15-M se decidió ir a los barrios y yo estuve trabajando en el ámbito del asociacionismo vecinal. Para evitar seguir reuniéndonos sin contenido, se creó un espacio de trabajo colectivo como el Luis Buñuel.

--Hace tiempo que ya no se ve a las mareas ni a las plataformas en la calle. ¿Se han institucionalizado?

--En absoluto. El impass es producto de este año electoral que siempre provoca cierta situación de retraimiento. Debe haber una reflexión tanto de las instituciones como de los movimientos y la relación que deben tomar unos con otros.

--¿Hace falta que vuelva ese periodo de reivindicación?

--Es evidente que el trabajo de los movimientos debe ser autónomo y de permanente crítica al poder, esté quien esté en el Gobierno. Esa es su función. Y la de ZeC es la de recoger esas demandas y darles satisfacción en lo posible.