El mundo es un lugar más peligroso que hace un año por estas mismas fechas. Entonces solo se podía intuir que la presidencia de Donald Trump iba a traer sustos y sorpresas. Ahora, con el magnate a punto de cumplir un año en la Casa Blanca, se ha constatado que todo ha sido peor que lo intuido. Ya sabemos lo que significa «América primero» -repliegue y abandono de acuerdos y consensos internacionales- y ya hemos visto lo rápido que es dar un vuelco al orden internacional vigente.

Rápido y peligroso. El dirigente arrogante, impulsivo e irreflexivo ha encontrado su alter ego en el líder norcoreano, Kim Jong-un y ambos se han enfrascado en una escalada de tensión tan imprevisible como sus dos protagonistas, llevando el enfrentamiento entre Washington y Pionyang a cotas sin precedentes. Las inéditas bravuconadas que se han soltado Trump y Kim -se han llamado «viejo chocho» y «hombre cohete», se han amenazado con la destrucción total y lluvias de «furia y fuego»- han ido acompañadas del desarrollo del programa de misiles balísticos norcoreano y de la imposición de sanciones internacionales a Corea del Norte.

Un cóctel que se completa con las personalidades más que inquietantes de dos dirigentes ególatras.

Nadie duda a estas alturas de que Corea del Norte es ya una potencia nuclear. Realizó su sexto ensayo en el 2017 y también llevó a cabo el primer lanzamiento de un misisl intercontinental, lo que pone a Estados Unidos en su radar. En lo único que discrepan los expertos es en si el régimen ha miniaturizado cabezas nucleares para cargarlas en esos proyectiles. Pero si no lo ha hecho ya, la voluntad de hierro es hacerlo.

Para el treintañero Kim Jong-un, el programa de misiles balísticos es una cuestión de supervivencia política y hará cualquier cosa para asegurársela. De hecho ayer, en su esperado discurso de Año Nuevo, ya anunció que bajo su liderazgo se ha completado el programa nuclear. Y a Trump -que afronta además en otoño unas elecciones legislativas de medio mandato cruciales para medir su autoridad- le habrá llegado hora de dar una respuesta al desafío: o pasa a la acción armada o diplomacia. El otro actor llamado a jugar un papel crucial en esta crisis global es China, que podría retomar el papel de árbitro al que parecer haber renunciado.

PROVOCACIONES Y ACCIDENTE / El problema es que con dos personas tan poco convencionales, nada es previsible. Un ataque quirúrgico a instalaciones nucleares norcoreanas podría tener una respuesta nada quirúrgica, como el disparo de misiles contra Seúl -a solo 56 kilómetros de la frontera con Corea del Norte- y a partir de ahí, imposible adivinar que haría Trump, con 28.000 soldados estacionados en Corea del Sur. Quizá no lleguemos hasta ese punto, pero lo que sí es seguro es que las provocaciones continuarán y con ellas, los riesgos de un accidente, nuclear, por supuesto.

El otro centro de tensión global estará en la pugna que mantienen por la hegemonía regional Arabia Saudí e Irán, que se seguirá proyectando en Yemen, Líbano, Siria y en Qatar, con la posibilidad siempre sobre la mesa de que el enfrentamiento acabe desembocando en una guerra regional. También aquí entra en juego la agresividad de Trump hacia Teherán, que durante este 2018 puede materializarse en la ruptura definitiva del pacto nuclear.

Siria cumplirá en marzo siete años en guerra con una nueva perspectiva tras la derrota del Estado Islámico (EI), también en Irak. Pero la aniquilación del califato no significa ni el fin de ese cruento conflicto ni tampoco la derrota del EI como movimiento. Seguirán los atentados terroristas en todo el mundo en su nombre o en el de algunas organizaciones afines. Y uno de los mayores temores de los servicios de espionaje europeos es la intensificación de esas acciones sangrientas, pues se contarán por cientos o miles los retornados a Europa desde el califato. Y los yihadistas no vuelven solos. Lo hacen con sus familias: mujeres y niños criados en el más atroz fanatismo, entre muerte y bombas.

La Europa que ha vivido los últimos años entregada a Angela Merkel espera ahora descubrir a Emmanuel Macron, el líder emergente puede tomar el relevo a una cancillera alemana más debilitada tras verse forzada a un pacto -aún por llegar- con los socialdemócratas para gobernar. Macron espera dar este año un empujón a su agenda reformista en Francia para poder centrarse en el horizonte europeo, convulso todavía por las negociaciones del brexit, que el próximo mes de marzo deberían dejar definido el marco de la nueva relación entre Londres y la UE. También en marzo se celebrarán las elecciones en Italia, que podrían añadir inestabilidad en caso de una victoria (no descartable) de los populistas del Movimiento 5 Estrellas.

Las de Rusia son en cambio las elecciones más ciertas de las previstas en el calendario, con una nueva reelección de Vladímir Putin por otros seis años más. Será la cuarta vez que gane unos comicios desde el 2000. Y sin elecciones de por medio, Cuba dirá adiós a Raúl Castro. La democracia aún no se atisba.