La pantalla multitáctil y la facilidad de uso del software lo hicieron todo. Era el primer dispositivo comercial que permitía que un gesto como la pinza de dos dedos ampliara lo que aparecía en pantalla, desde las fotos a la web y a los textos. Y a diferencia de Nokia, Blackberry o Palm, los best-sellers de entonces, tenía un teclado en el que las letras se agrandaban cuando se marcaban y que desaparecía para ganar espacio.

También fue el primer móvil que mostró las páginas web completas,que se podían ver mejor si se giraba la pantalla 180 grados. Era toda una novedad cuando todavía se funcionaba con WAP, un protocolo de páginas web simplificadas que quería ser iMode, el sistema propietario que usaba en Japón la operadora Docomo y que permitía desde 1999 incluir fotos en color en los textos. A ambos se los comió el iPhone, pues los japoneses se entregaron al nuevo aparato sin rubor cuando lo comenzó a vender la competidora de Docomo, Softbank, y hundió a la hasta entonces líder de la innovación en telefonía en una crisis sin retorno.

Apple también castigó con su móvil a su socio de software más fiel: Adobe, que con su Flash había llenado de animaciones las páginas y ahora no eran más que páginas blancas. Jobs lo justificó en una larga carta aludiendo a la seguridad y a la velocidad. Un argumento casi igual que el que una década después emplea Google para justificar que se hagan páginas móviles solo en AMP, que simplifican el diseño dejando solo texto y foto, y eliminan cualquier microprograma que no sea una app.