Acabamos de cerrar la primera parte del proceso de Admisión de Alumnos para el curso 12-13 en el que se incorporan por primera vez al sistema educativo los niños de 3 años en Aragón. Ha sido un proceso de admisión extraño, raro, diferente, difícil de entender.

Resulta que cuando por primera vez en la última década tenemos una presión demográfica menor (había una previsión hecha de descenso que además se ha visto sorprendentemente incrementada en más de 1.200 niños menos en todo Aragón), el Departamento de Educación impone la ratio de partida igual para todas las zonas y todas las provincias, la más elevada de todos los años, 25 niños por aula. No parece necesario hacer muchas cuentas si pensamos que tenemos una oferta de centros similar al último año, alguna unidad más de partida (incluido un injustificado concierto en Teresiano del Pilar, supuestamente para descongestionar Utebo, donde luego se cierra una unidad en un centro público), una ratio más elevada y menos niños, para entender que iba a producirse un desequilibrio importante entre centros en la misma zona, tanto públicos como concertados.

A esto hemos de unir que muchas familias no han querido arriesgarse a quedarse en su barrio porque ya no se creen que se les vaya a hacer el centro que vienen demandando. La consecuencia de tan desastrosa planificación educativa ha sido el cierre precipitado de 13 unidades en centros públicos en la ciudad de Zaragoza (incluido el ninguneo ejercido sobre la Comisión de Garantías, que debió ser consultada antes de decidir el cierre de las unidades y no después), centros próximos con ofertas descompensadas, centros con aulas saturadas a 25 hoy (mañana lo estarán a 26 o 27 o 30), profesores desplazados, pérdida de personal en los centros, en definitiva, una merma considerable de la calidad educativa de la que tanto se habla y por la que tan poco se hace, con medidas como las indicadas.

Hace unos días, aparecían unas declaraciones en este periódico en las que se aludía a la escasa demanda que algunos centros públicos (se olvidaban de que algunos concertados estaban en situación similar) han tenido la necesidad de que los recursos de estos centros se derivasen a otros para ser aprovechados. Quiero pensar que dichas manifestaciones se hicieron desde el desconocimiento de la realidad de estos centros, porque de otra forma no lo entendería.

Habría que empezar por preguntarse por qué algunos centros son poco atractivos para las familias; habría que valorar qué dificultades de integración hay en estos centros y por qué no se toman medidas para que esa realidad se invierta; habría que reflexionar por qué esos centros no reciben demanda y sus centros vecinos sí, si la población del barrio es la misma; y finalmente, habría que pedir que no se olvide que detrás de cada uno de estos centros hay personas: un excelente equipo de docentes, seguramente insuficiente, que intentan a diario sacar adelante la formación de diversos alumnos; unas familias que tienen el mismo derecho a recibir la mejor educación para sus hijos, la misma educación que cualquier otra familia de cualquier rincón de todo el territorio, la misma que las que han elegido masivamente otras centros; unas Asociaciones de Padres y Madres implicadas a fondo en suplir con su voluntariado, esfuerzo y dedicación, las carencias que hay en sus centros y a las que, no solo hay que respetar, sino admirar y apoyar.

El futuro de nuestros hijos pasa por que reciban la mejor formación posible y con eso, no se deben hacer experimentos.