Los Carabinieri italianos relacionaban a Norbert Feher con una red serbomarroquí dedicada a la trata de seres humanos, falsificación de documentos y tráfico de vehículos, radicada en España, pero con ramificaciones en Francia e Italia, en cuyo organigrama estaría Feher, alias Igor el Ruso, «integrado a lleno título (sic)». Así lo puso de manifiesto el juez de Bolonia que le investigaba por sus últimos asesinatos en el país transalpino (el de un tendero y una guardia), en una comisión rogatoria enviada a los juzgados de Alcañiz tras conocerse el arresto del criminal.

Así lo reflejan las diligencias del caso, a las que este diario tuvo acceso una vez levantado parcialmente el secreto sumarial.

La Policía italiana concretaba sus sospechas en Valencia, adonde les constaba que uno de los cómplices de Feher, Luigi S., se había dirigido con su novia, en coche, violando la prohibición de abandonar Italia. A este cómplice le constaban dos reclamaciones internacionales, aunque palidecen comparadas con las cursadas contra Feher por dos homicidios en Italia (se le atribuye un tercero, de un anciano, pero no hay orden internacional cursada) y por robos, atracos y violación en su Serbia natal.

El juez italiano instaba a sus compañeros españoles a buscar a sus cómplices; según reflejan las diligencias, al citado Luigi S. le dio el alto la Policía Local de Manises (Valencia) en julio, en un control rutinario. Al principio les dijo que estaba de vacaciones, aunque acabó por reconocerles que residía en la zona. Los datos que le tomaron los agentes no hicieron saltar la alarma de la orden internacional, pero sí lo descubrieron más tarde, y distribuyeron imágenes tanto de este como de su cómplice conocido más peligroso: Igor el Ruso.

PESQUISAS

Las diligencias no reflejan que se le haya llegado a detener, ni a él ni a otros posibles cómplices -Feher habló de «conocidos» en Catarroja y Xirivella, además de su misterioso patrón como temporero de la fruta en Lérida-, pero quizá este extremo forme parte de la pieza de investigación tecnológica (análisis del móvil y el ordenador que llevaba), que sigue secreta. Lo que también portaba Feher cuando fue detenido era una libreta con contactos italianos, que se refleja en el inventario.

Por lo demás, y en cuanto a los hechos, las declaraciones de los distintos intervinientes en el operativo de captura, así como del padre del fallecido Iranzo, confirman a grandes rasgos lo que hasta ahora se sabía. Esto es, que el ganadero, al que habían robado en el mas (casa de campo) el 13 de diciembre, se ofreció a guiar a la Guardia Civil a un paraje cercano, Valdoria, con cuevas habitables aunque abandonadas, donde pensaba que podía haberse escondido el ladrón. Les llevó, pero al no encontrar nada se separaron, y fue al llegar al mas, solo, cuando Igor el Ruso le disparó mortalmente.

Su padre, que había ido por la mañana a la finca a trabajar, le había llamado para que le fuera a buscar, y al oír los disparos llamó a la Guardia Civil. Varias patrullas se desplazaron al lugar, y al ver la pick-up verde, uno de los coches se separó del grupo para interceptarla, pensando que sería su conductor quien había llamado. Pero conducía Feher, que acribilló a los agentes Víctor Romero y Víctor Caballero para luego huir.

Las diligencias apenas inciden en el operativo desplegado tras el tiroteo previo de Albalate, el día 5 de diciembre, en el que dos vecinos resultaron heridos. En la declaración del jefe de la Policía Judicial de la zona apenas se menciona un aumento de efectivos movilizados para rastrear, y se alude a un aumento mayor que iba a ser justo el día 15, al día siguiente de la tragedia.

Sin embargo, el instituto armado sí recoge hasta seis vías de investigación paralelas que se abrieron tras el primer tiroteo, además de la búsqueda de su autor. El propietario de la masía, que logró huir en coche, herido de bala, se cruzó con tres vehículos en el camino, a cuyos propietarios se intentó identificar. También se ubicó a un extranjero al que el herido vio en el hospital de Alcañiz, creyendo que era su agresor. No lo era.

Paralelamente, se indagó acerca de los permisos penitenciarios durante esos días en las cárceles aragonesas, y se pidió información sobre los teléfonos móviles en la zona, mediante antenas.

Y los casquillos de bala sí fueron mandados a analizar, aunque no llegaron a tiempo los resultados. Tampoco lo hizo el retrato robot de Feher, solicitado el día 7, realizado el día 11 pero no distribuido hasta el 14.