En algún momento tenía que producirse un cara a cara bronco entre el presidente de Aragón, Javier Lambán, y el nuevo líder de la oposición, y ese momento fue ayer. El dirigente del PP aragonés, Luis María Beamonte, salió con todo y le espetó al socialista que era un hombre desvalido y doliente, sin ilusión, víctima de un pacto trampa con Podemos y atenazado por sus problemas en el PSOE. En la réplica, Lambán elevó el tono y le replicó a su alter ego en la Diputación de Zaragoza (ambos fueron durante muchos años responsables de los partidos mayoritarios en la institución provincial) de todo menos guapo: torpe, ignorante, superado... Las invocaciones al pacto de uno y otro quedaron subyugadas por ese ajuste de cuentas dialéctico en la segunda sesión del debate de la comunidad que ya tardaba en producirse. Beamonte se estrenó oficialmente ayer como azote del Gobierno.

Llevado a este terreno, al presidente no le quedó más remedio que despejar las dudas que sembró cuando deslizó que si perdía las primarias del PSOE aragonés no podría seguir al frente de la DGA. «Seré presidente el 9 de octubre (el día siguiente a la votación de los socialistas para la elección de secretario regional), y el año que viene en este mismo debate, y en mayo del 2019», replicó. Con la primera incógnita resuelta (Lambán no dejará la presidencia del Gobierno aunque Carmen Dueso le gane las primarias), el presidente se aferró al pacto de izquierdas al que, ahora sí, tendrá que sujetarse durante el resto de la legislatura. Y aunque en Podemos están de renovación por la marcha de Pablo Echenique y la subsiguiente búsqueda de un líder nuevo entre la oficialista Erika Sanz y el crítico Nacho Escartín, la portavoz de la formación en las Cortes, Maru Díaz, ya dejó claro ayer que tienen que cambiar muchas cosas para que se produzca el apoyo que ansía el presidente. Aunque matizó su enmienda a la totalidad de la primera jornada, cuando calificó el discurso de Lambán de «estafa», Díaz dejó entrever que no está decidido que Podemos apoye el techo de gasto o los presupuestos para el próximo ejercicio. Y como reconoció el propio presidente, sin cuentas aprobadas es prácticamente aplicar una sola medida nueva, más allá de pagar nóminas de funcionarios y cumplir con los proveedores.

Del debate de ayer entre el líder socialista con el resto de grupos se extraen pues otras dos conclusiones. Primera conclusión: la política aragonesa seguirá revuelta, con la «inestabilidad estable» a la que se refirió Lambán en la primera jornada ampliada por un Beamonte no quiere ser convidado de piedra. Y segunda: la ampliación del pacto invocada por el presidente es todavía una entelequia, en esa lucha titánica que protagonizan socialistas y podemistas en Aragón por la supremacía de la izquierda. Al menos la sesión sirvió para desterrar la amenaza de que la legislatura acabe abruptamente por las tensiones en el PSOE, lo cual no es menor habida cuenta del exiguo balance que pueden presentar unos y otros.