Una crisis económica no prevista, un cambio en la política de comercialización de oficinas y el abandono de la desunión que entre las administraciones habían protagonizado las diferentes administraciones implicadas. Así podría definirse cómo ha evolucionado hasta la actualidad la reconversión del recinto de la Expo del 2008 en Zaragoza, un proyecto que preveía entonces, hace nueve años, transformar este espacio de Ranillas en el nuevo referente empresarial y administrativo de la capital aragonesa y en el que se han invertido hasta el momento 122 millones de euros para conseguirlo, alcanzando, a día de hoy, el 70% de la ocupación.

Los responsables de Expoagua estimaban que en un plazo de 10 años este recinto estaría funcionando a pleno rendimiento. Esa década de espera se cumple el año próximo, el 2018, y lo cierto es que está a un 30% de lograrlo. Esto es, hablando en metros cuadrados, que de los más de 135.000 metros cuadrados que habrá disponibles, ya hay actividad en 95.000 de ellos, el 70% de la superficie. La mayoría, 65.000, pertenecientes a la Ciudad de la Justicia, aglutina 62 juzgados de la capital aragonesa. El resto, más de 30.000, corresponden a oficinas, con empresas que, poco a poco, se han ido incorporando al recinto. La última, Vueling, que estos días ultima los preparativos para abrir sus instalaciones en Zentro Expo.

Así se bautizó al parque empresarial y administrativo llamado a ser el nuevo centro de Zaragoza, que ha sobrevivido a la crisis pese a tener los edificios emblemáticos de la Expo completamente vacíos y en desuso desde que la muestra internacional acabó.

Ni la sociedad pos-Expo, Zaragoza Empresarial (ahora integrada en Aragón Plataforma Logística), ha conseguido cerrar un futuro para la Torre del Agua, de la que es dueño; ni Ibercaja lo ha hecho con el Pabellón Puente, ya que tiene el uso cedido por 25 años y un macroproyecto de museo guardado en el cajón; ni el Gobierno central ha podido rescatar del olvido y el deterioro por el abandono al flamante Pabellón de España; ni la DGA ha dado con la idea adecuada para que el Pabellón de Aragón deje de ser pasto de los vándalos y el desgaste por el paso del tiempo sin uso.

Pero el parque empresarial parece estar viviendo los mejores años de la pos-Expo ahora, precisamente. De hecho, cuando la sociedad gestora, en la actualidad en manos por completo del Gobierno de Aragón, decidió cambiar la política de comercialización y dar cabida a la instalación de empresas en régimen de alquiler, los datos dieron un importante vuelco. Solo en los dos últimos años se han conseguido colocar «unos 7.500 metros cuadrados», lo que representa el 25% de lo logrado en nueve y acercarse a casi la mitad del espacio que está dedicado exclusivamente a empresas, ya sean públicas o privadas.

FALTAN LOS CACAHUETES // Porque de los 135.000 metros cuadrados, excluyendo la Ciudad de la Justicia, 65.000, quedarían 70.000 para lo que sería puramente empresarial. Y ahora está en torno a un 40% ese indicador, aunque el interés por los edificios que quedan por ocupar es creciente. Y falta un impulso a lo que en el 2008 se conocía coloquialmente como los cacahuetes, los edificios que se encuentran junto al frente fluvial del Ebro y cuyo futuro, salvo que la DGA cambie de opinión, seguirá estando vinculado al uso comercial, lúdico y de ocio. De hecho, no es ningún secreto que algunas importantes firmas de este sector se han interesado por ellos. Sin resultados, por ahora, claro.

Pero el recinto de la Expo es un todo, se concibió como tal y, después de una crisis económica como la actual, se celebra que en la actualidad ya sean «unas 10.000 personas» las que transitan de forma habitual por sus calles. La mayoría de ellos, 9.000, por la actividad de los juzgados. Es el auténtico motor del recinto y, a su vez, el que justifica algunas de sus reivindicaciones más importantes, como mejorar el servicio de transporte público. Los profesionales y sus clientes lo piden.

Así que, con el alquiler como llave para enderezar su futuro, el modelo tiene un problema inesperado en el 2008: le recuperación de la inversión ya no será inmediata, sino a medio o largo plazo, aunque con los arrendamientos que percibe, el desembolso actual, se recuperaría en menos de una década. Y falta por gastar, en una reconversión que en su día se dijo que costaría más de 200 millones.